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El pleno del Parlament investirá hoy a Pere Aragonès president de la Generalitat tras el acuerdo entre ERC y Junts en tiempo récord, después de haber aburrido al personal durante tres largos meses. El pacto entre Aragonès y Jordi Sànchez, con escasas dos reuniones, evita ... el riesgo de nuevos comicios y sitúa, además, la relación, siempre conflictiva, entre republicanos y neoconvergentes, no como la que correspondería al binomio gobierno-oposición, sino como la que supuestamente debe darse entre dos socios de gobierno, lo cual limita el margen de maniobra de cada formación para ir por libre. Es cierto que Junts adquiere más poder y presencia estando en el Govern que si hubiera optado por la comodidad de 'hacer la guerra por su cuenta'. Pero también lo es que la participación en el Gobierno le condiciona y limita mucho su estrategia más partidista en torno a la cuestión del referéndum y la 'vía puigdemontista' a la independencia, que descansa esencialmente en la puesta en práctica del «mandato popular» que, según ellos, los ciudadanos dieron en la consulta del 1-O de crear la república catalana independiente.
En el acuerdo no hay nada que pueda ser leído como parte de una estrategia de ruptura unilateral con el Estado. Se apuesta por la vía del diálogo con el Gobierno central y en dicho marco los republicanos intentarán alcanzar un pacto sobre el referéndum, donde también defenderán que la 'Cataluña no independentista' pueda también formular su alternativa. Pero no se descarta la 'unilateralidad' si no se consigue que el Gobierno de España se avenga a autorizar un cauce legal para la consulta o el referéndum. Aparentemente la radicalidad rupturista de Junts ha cedido en beneficio del 'independentismo pragmático' de ERC. Pero es solo apariencia, pues realmente la indefinición y la ambigüedad estratégica más que ante una cesión nos lleva al terreno de una tregua tácita entre los socios, un tiempo de espera, que visto el periodo que resta de legislatura del presidente Sánchez, puede ser de dos años. No parece que en esta segunda mitad de legislatura, con la crisis sanitaria y económica que padecemos, Sánchez y el PSOE entren a negociar en serio nada que suponga una consulta que incluya la opción de la secesión.
Ello, a mi juicio, tampoco llevará al Govern a activar un nuevo referéndum ni tampoco a crear la república. La unilateralidad ya fue ensayada y fracasó. No solo por la respuesta del Estado sino también porque ni la sociedad civil independentista, intensamente movilizada, ni los dirigentes estuvieron dispuestos a hacer frente al enorme desafío que representa construir de facto, sin cobertura legal, un nuevo Estado, con el apoyo electoral de solo la mitad de los votantes y, además, con el rechazo frontal del Estado español y, lo que es más grave, sin ningún respaldo europeo ni internacional. De modo que el tiempo de espera en esta materia se prolongará toda la legislatura catalana y el independentismo se centrará en gestionar el autogobierno, que en ningún caso debería despreciar.
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