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El 'factor Navarra' vuelve a ser un elemento candente en el tablero cruzado entre Pamplona -pendiente de la decisiva elección de la Mesa del Parlamento que se celebra este miércoles- y Madrid, a expensas de las complejas negociaciones para la investidura de Pedro Sánchez ... en julio. Cuando el camino de la socialista María Chivite hacia el Palacio foral parecía allanado, el fantasma de un posible trueque entre Ferraz y UPN para dejar gobernar a los regionalistas a cambio de su respaldo a Sánchez vuelve a resurgir con fuerza.
De hecho, el PNV, que contempla seriamente esa posibilidad, ha decidido jugar fuerte y presionar al máximo al PSN para que despeje cuanto antes las incógnitas. Geroa Bai, la coalición en la que se integran los jeltzales en Navarra, exigió este lunes la presidencia de la Cámara foral a cambio de su respaldo a Chivite. Y no solo eso: la líder vasquista, Uxue Barkos, pidió además a los socialistas la inclusión de EH Bildu en el órgano de dirección del Parlamento porque dejarles fuera, argumentó, sería tanto como hipotecar las opciones de acuerdo del futuro Ejecutivo -que, de constituirse, estará en minoría- «y dejar en manos de Navarra Suma la estabilidad de ese Gobierno». Una condición muy complicada para un PSOE que, como insistió ayer José Luis Ábalos, ha trazado una línea roja en torno a cualquier pacto, implícito o explícito, con la izquierda abertzale.
El órdago es toda una carga de profundidad que pretende obligar al PSN y, por extensión, a Ferraz a «enseñar sus cartas». Si este miércoles no hay acuerdo en Pamplona entre las fuerzas de izquierda -Podemos e Izquierda-Ezkerra, además del PSN- y Geroa Bai para la constitución de la Mesa, el PNV lo entenderá como la confirmación de un acuerdo «tácito» entre socialistas y regionalistas, del que alberga serias «sospechas». La liebre la levantó Andoni Ortuzar este lunes por la mañana, como aperitivo a la comparecencia de Barkos, en una entrevista en Radio Euskadi en la que reconoció estar «con la mosca detrás de la oreja» tras perder el sábado algunas alcaldías ya «habladas» en la comunidad foral. Por ejemplo, la del Valle de Egüés, donde el PSN evitó respaldar a Geroa Bai, lo que permitió a Navarra Suma hacerse con el bastón de mando. El líder del EBB mencionó también Zizur, donde la makila sí fue para los nacionalistas, pero no gracias al PSN sino a un grupo independiente.
En realidad, al margen de los encontronazos locales, es en Madrid donde realmente tiene la vista puesta Sabin Etxea. Aunque Ortuzar se mostró partidario de «deslindar» la investidura de Sánchez de la situación en Navarra, lo cierto es que advirtió de que las relaciones con el PSN se han «enrarecido» tras la jornada de constitución de los ayuntamientos, aunque prefirió conceder «el beneficio de la duda» a los socialistas hasta este miércoles, cuando se comprobará si lo sucedido responde a «lógicas locales navarras» o a una estrategia para garantizarse el apoyo de UPN a la investidura de Sánchez o incluso a los futuros Presupuestos, como intuyen los jeltzales.
El PNV, en realidad, se está recolocando porque sigue sin noticias del presidente en funciones y cree que, a estas alturas, mantiene abiertas todas las opciones: la 'vía Ciudadanos', muy improbable; la de atraerse a UPN a cambio de un 'agostazo bis' y la de la abstención de ERC, muy problemática para el PSOE. Si Ferraz pusiera de nuevo la proa a Chivite para dejar gobernar a UPN, es una incógnita qué posición adoptaría el PNV, aunque Sabin Etxea insiste en que «tomará nota».
Ortuzar ya recordó este lunes que pocas veces han votado a favor de una investidura -una de ellas fue en la primera de Aznar- porque son un partido vasco al que le queda «lejos» La Moncloa. Si la investidura pudiera salir igualmente adelante con la abstención de ERC, no es descartable que el PNV se abstenga, según las fuentes consultadas, o incluso que vote en contra para escenificar su enfado. En juego están cotas importantes de poder en la comunidad foral. Cosa distinta es la gobernabilidad española una vez eche a andar la legislatura, en la que el PNV intentará, sí o sí, sacar chispas a sus seis escaños en el Congreso a cambio de su respaldo en el examen más importante, el de las Cuentas.
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