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68 de los 75 componentes del Parlamento vasco están de acuerdo en que el calendario laboral de Euskadi incorpore una festividad para reivindicar la igualdad ... entre hombres y mujeres. Pero, a partir de ahí, difieren tanto en los detalles que son incapaces de consensuar el cuándo y el cómo. 41 de ellos, los de PNV y PSE-EE, plantean un «proceso de reflexión» con Emakunde y agentes sociales para incluirlo ya en 2024, si bien los diez socialistas quieren que sea el 8 de marzo mientras que los 31 jeltzales no están del todo convencidos. Y los restantes 27 legisladores favorables, de EH Bildu y Elkarrekin Podemos-IU, no quieren correr tanto, pero también difieren entre sí por el procedimiento.
La Cámara autonómica ha vivido este jueves uno de los debates más rocambolescos de la presente legislatura. Argumentos contradictorios, enmiendas cambiantes y caras de extrañeza convirtieron la sesión en una auténtica «ceremonia de la confusión», según ha resumido el socialista Ekain Rico. Todo tras una semana de intensa polémica política a cuenta de la intención de la vicelehendakari Idoia Mendia de convertir el 8 de marzo de 2024 en festivo. Lo planteó en su calidad de consejera de Trabajo y Empleo, la cartera a la que corresponde proponer el calendario laboral vasco. Y lo celebró Podemos, que llevaba una iniciativa similar al pleno. Pero torcieron el morro Emakunde y el movimiento feminista por no haber sido escuchadas antes.
Con todos esos ingredientes, y en vísperas precisamente del Día Internacional de la Mujer, la inmensa mayoría del Parlamento vasco –todos salvo PP+Cs y Vox, que se oponen– buscó hasta el último minuto un pacto de mínimos que nunca llegó. Finalmente ha salido adelante un texto acordado entre los dos partidos que sustentan el Gabinete Urkullu. PNV y PSE-EE, gracias a la mayoría absoluta que suman, han instado a su propio Ejecutivo a que abra una reflexión con aportaciones de agentes sociales para elegir una fecha en 2024. Aunque, en puridad, el Departamento de Trabajo y Empleo ya ha activado un proceso de consultas para que ese día sea el 8 de marzo.
Mendia, que ha asistido al pleno pero no ha intervenido al no ser parlamentaria, ha insistido después en su plan. Es más, ha planteado que las únicas alternativas del calendario pasan por dos fechas paradójicamente 'masculinas': el 19 de marzo, San José y Día del Padre; y el 25 de julio, Santiago, patrón de España. La líder del sector socialista del Gobierno vasco ha dicho sentirse «plenamente arropada» por el lehendakari en este asunto y ha subrayado que hablaba en nombre del conjunto del Ejecutivo. Sin embargo, el PNV se resiste a hacer suya esa intención. «Necesita una parada para la reflexión», ha explicado la parlamentaria Maitane Ipiñazar.
«Lavado de cara»
Al otro lado, Elkarrekin Podemos-IU, proponente original de la moción a debate, ha recibido golpes desde todas las bancadas. Incluso de EH Bildu, con quien ha firmado una enmienda transaccional en la que ha borrado su aspiración de instaurar la efeméride en 2024. La abertzale Oihana Etxebarrieta le ha afeado haber activado todo este debate justo ahora, en vísperas del 8-M, por el riesgo de opacar las reivindicaciones del movimiento feminista, centradas este año en un «sistema público de cuidados». Pero sin duda los más críticos han sido los representantes de PNV y PSE-EE, que a última hora del miércoles habían dado su plácet a una propuesta de los morados que luego retiraron. «No nos utilicen para arreglar su papeleta», les ha interpelado Ipiñazar.
En medio, Miren Gorrotxategi ha tratado de zafarse de las críticas de unos y otros haciendo un ejercicio de equilibrismo. La portavoz de Podemos ha admitido haber cedido en el horizonte temporal y ha abierto el abanico de fechas porque «no consiste en declarar forzosamente el 8 de marzo como festivo». Al margen de cualquier opción de acuerdo se han quedado los grupos de la derecha. Laura Garrido (PP+Cs) ha denunciado un intento de «lavado de cara» para contrarrestar las rebajas de pena y excarcelaciones por la ley del 'sólo sí es sí'. Amaia Martínez (Vox), por su parte, ha llevado el debate hasta coordenadas tan lejanas como «los comportamientos violentos de las mujeres».
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