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El 26 de noviembre de 2016, la Casa de Juntas de Gernika acogió el encuentro entre Puigdemont y Sáenz de Santamaría. efe

La no foto de Gernika

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La jura de hoy, sin apenas público por la pandemia, nada tendrá que ver con la de hace cuatro años, cuando Soraya Sáenz de Santamaría coincidió con Carles Puigdemont... Y se besaron

Sábado, 5 de septiembre 2020, 00:14

Ocurrió el 26 de noviembre de 2016. Han bastado menos de cuatro años para que aquella foto en la Casa de Juntas de Gernika quede teñida en blanco y negro. Es verdad que la España política ya estaba sometida a un considerable estrés provocado, ... sobre todo, por Cataluña, y la irrupción de los nuevos partidos que declararon la guerra al bipartidismo vendiendo una nueva política que quedó vieja demasiado pronto, pero nadie se esperaba todo lo que vino después.

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26 de noviembre de 2016. Aquella foto... Aquellos dos besos entre Soraya Sáenz de Santamaría y Carles Puigdemont que no pasaron desapercibidos para nadie. Miren arriba a la izquierda, el gesto de Andoni Ortuzar y Arnaldo Otegi. Fíjense en el resto de la 'grada'. La expectación era máxima y, sí, había un porqué. Basta con ver la realidad política de hoy y la de aquel otoño. La una, entonces todopoderosa como nadie y ahora en el sector privado tras ser derrotada por Pablo Casado. El otro, huido en Waterloo tras desafiar a la Justicia proclamando por la puerta de atrás la no independencia de Cataluña. Porque ahora, con la pandemia, nada es igual. Todo comienza por un desalentador 'no'. También la solemne jura de hoy. La no foto de Gernika.

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Apenas habrá invitados y el 'photocall' nada tendrá que ver con el de hace cuatro años. Por aquel entonces, pensar en la España de la moción de censura era ciencia ficción. Sin embargo, el país se ha empeñado en circular a tal velocidad que se encuentra atrapado en esa temida rueda del hámster llamada crisis total (económica, social, institucional, política...) sin mayorías estables que deparen algo de tranquilidad. Nada que ver con la 'aburrida' Euskadi, que vivirá cuatro años cobijada en una cómoda mayoría absoluta.

Vayamos a aquel 26 de noviembre de 2016, cuando sólo faltaban diez meses para el referéndum unilateral convocado para octubre de 2017 en Cataluña. Sáenz de Santamaría siguió la jura de Urkullu sentada en la primera fila de escaños junto al expresident de la Generalitat. Se saludaron con un par de besos, más protocolarios que afectuosos. La cordialidad nunca estuvo reñida con la frialdad. «Teníamos claro que el protagonismo era la toma de posesión y por tanto no ha ido más allá de esas palabras de cortesía y de vecindad», explicó el catalán, que horas después acabaría comiendo en un restaurante cercano con burukides del PNV, una imagen hoy por hoy impensable porque de irse a algún sitio lo haría con Arnaldo Otegi.

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«Hoy es el día del lehendakari», remachó fugazmente la líder popular, arropada por Alfonso Alonso, otra de las grandes 'víctimas' de la nueva política. Más allá del morbo catalán, aquella jura estuvo marcada por la buena relación que comenzaba a tejerse entre el PNV y Mariano Rajoy. El amor primaba sobre el odio, pero claro, luego llegó la moción de censura por parte de Pedro Sánchez y pasó lo que pasó...

Aquel día, la 'número dos' del Gobierno central quiso expresar su disposición al diálogo e incluso plasmarla por escrito en el libro de honor de la Casa de Juntas: «Bajo la mirada de siglos de historia, lealtad y entendimiento para trabajar juntos al servicio de los vascos y del conjunto de los ciudadanos». Sí, eran otros tiempos.

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