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«Recuerdo sus últimas palabras: 'hace frío, o yo tengo frío', el estruendo, la columna de humo, un grito en la calle ‘¡una bomba!’, correr escaleras abajo con mi ama, las sirenas, el corazón en la boca, la furgoneta de la ertzaintza. ¿Dónde está?». Sara ... Buesa ha compartido este jueves por la noche el vuelco que dio su vida con el asesinato de su padre, Fernando Buesa, a manos de ETA. «Nos hicieron volver a casa y ahí estaba encendida todavía la vela con la que se había encendido el puro». Lo ha recordado durante el homenaje que la Fundación Buesa ha dedicado en el Museo Artium de Vitoria al político socialista y a su escolta, Jorge Díez, cuando se cumplen 18 años del atentado. Para cerrar heridas y avanzar Sara Buesa ha reivindicado el poder «sanador» de las palabras «bien utilizadas». Sin eufemismos ni ambigüedades «que tanto duelen». Por eso ha exigido a los partidos políticos, especialmente a EH Bildu, que «se posicionen claramente ante la barbarie».
Para Sara las semanas siguientes al atentado fueron «una nebulosa» en la que se movió casi de forma automática. Se aferró a la rutina para mantenerse a flote y una vez asumida la realidad de que «aita no está y ya nunca va a volver» le tocó mirar a su interior por primera vez. Habían pasado años desde aquel fatídico 22 de febrero del 2000. «Pude reconocer y diferencias tristeza, rabia, miedo y la vergüenza que latían en mi interior», explicó. Y el modo en el que Buesa pudo «liberarse de los fantasmas» no fue otro que hablar de lo ocurrido. Algo de lo que muchas víctimas huyen para no revolver el pasado.
Pero ella quiso afrontarlo como remedio propio. Y también ajeno. «Poner palabras a lo que ha sucedido en Euskadi permite liberarnos y no lastrar a las nuevas generaciones», ha dicho Sara Buesa ante un auditorio repleto en el que han compartido asiento las familias Buesa y Díez con políticos de todo signo. «Es necesario que quienes no han vivido lo que nosotros lo conozcan», ha reivindicado. Hablar del terrorismo de ETA sin florituras. «En el mundo existe el horror y hay que mirarlo de frente», ha exigido como bálsamo para el futuro.
Un camino hacia la normalidad en la que Buesa ve carencias de calado en ciertos colectivos sociales y políticos por su «deliberada ambigüedad». «Hay mucho miedo a hablar con claridad, a llamar a las cosas por su nombre», ha lamentado como inicio a una larga lista de reproches. «Lo políticamente correcto llevado al extremo peca de una neutralidad moral inaceptable», ha reprochado. Un alegato contra «el silencio» y contra aquellos quienes «camuflan una realidad que les incomoda para evitar que se tome conciencia de su crudeza y evadir responsabilidades».
Lejos de quedarse en la teoría lingüística, Sara Buesa ha puesto un buen número de ejemplos «intolerables» y ha señalado directamente a la izquierda abertzale. «Me producen un profundo hastío y desazón continuar escuchando referencias al conflicto en el que todos estamos inmersos y del que todos somos víctimas; oír hablar de las múltiples violencias y los múltiples sufrimientos», ha reprobado. También «escuchar mensajes de rechazo a la violencia en general por parte de personas que no son capaces de expresar con claridad ese mismo mensaje si se refiere a ETA».
En la lista de «palabras que duelen», la hija de Fernando Buesa ha incidido en el calificativo de presos ‘políticos’ que la izquierda abertzale y su entorno atribuyen a los etarras. «Me resulta ofensivo», ha dicho Sara Buesa, «para mi un preso político es alguien que está en la cárcel por defender sus ideas, y aquí el único que fue asesinado por defender sus ideas fue mi aita. Matar es matar».
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