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José Antonio Ardanza, lehendakari entre 1985 y 1999, ha fallecido este lunes a los 82 años en su domicilio de Kanala, en pleno corazón de ... Urdaibai, tras una larga enfermedad y acompañado de su inseparable mujer, Gloria Urtiaga, y sus hijos, Nagore y Aitor. Retirado de la primera línea política desde hace años, llegó a Ajuria Enea como candidato del PNV tras la traumática escisión de Eusko Alkartasuna, impulsó el Pacto de Ajuria Enea para deslegitimar a ETA, promovió los primeros gobiernos de coalición con el PSE y desarrolló los principales pilares del autogobierno. «Una persona honesta, pacifista, jeltzale y abertzale», le ha definido el PNV a través de un comunicado. El funeral será a las 19.00 horas del miércoles en la basílica de la Purísima Concepción de Elorrio y esa misma mañana, a partir de las 12.00 horas, se montará la capilla ardiente en Ajuria Enea.
A Ardanza, nacido en esa localidad vizcaína en 1941, tuvo que dar un paso adelante en una de las épocas más convulsas de un partido en el que había militado desde su juventud. Con un perfil muy diferente al de Carlos Garaikoetxea, a aquel licenciado en Derecho por la Universidad de Deusto que había trabajado como asesor jurídico de la Caja Laboral le tocó el reto de mantener el símbolo de Ajuria Enea en manos de un PNV traumatizado. Una meta que superó con creces. Nunca nadie ha estado tanto tiempo en el cargo.
Los dirigentes del partido, con Xabier Arzalluz a la cabeza, recurrieron a él tras haber ejercido durante dos años como diputado general de Gipuzkoa y haber sido alcalde de Mondragón. Y pronto demostró que detrás de aquel dirigente con aspecto de aparente hombre gris se escondía un político que resultaría clave para el devenir de Euskadi durante más de una década. Defensor a ultranza de los acuerdos transversales, de la necesidad de construir una Euskadi entre diferentes, en la que todos, nacionalistas y no nacionalistas, se sintiesen cómodos, rechazó de forma contundente la violencia de ETA. De todas las imágenes que jalonan su recorrido, hay una que explicita de forma clara su recorrido vital. Aquella en la que horas después de saberse que Miguel Ángel Blanco había sido asesinado a manos de la banda terrorista, salió a las puertas de Ajuria Enea y, aclamado por una multitud y visiblemente emocionado, anunciaba un acuerdo para aislar a Herri Batasuna.
Aquello fue casi al final de su mandato. Llevaba doce años en Ajuria Enea, a donde arribó tras ser elegido tras la marcha de Garaikoetxa, que había ganado las elecciones de 1984. A mitad de legislatura, aquel Ardanza que fuera de Gipuzkoa era un gran desconocido se convertía en lehendakari. Había aceptado el cargo por lo que algunos definían como la «santa obediencia» que sentía hacia el PNV, el partido que sentía como suyo desde los tiempos de EGI.
Llegaba a una Euskadi golpeada por la crisis económica y el terrorismo, que no veía muy clara la luz al final del túnel, y como cabeza de cartel de una formación que trataba de mantener la embestida que acababa de sufrir. Y enseguida se dio de bruces con una dura realidad. En las elecciones de 1986, el PNV fue superado en escaños por el PSE. Aunque ganó en votos, aquello fue un varapalo político y emocional que quedó marcado en la historia de los jeltzales. Entre otros motivos, porque nunca más ha vuelto a suceder. Por momentos, hasta estuvo en duda que volviese a Ajuria Enea, pero aquellas conversaciones entre los socialistas y EA para formar un Gobierno alternativo fracasaron casi en la línea de meta y Ardanza regresó a Ajuria Enea.
Pero de aquel inicio incierto, surgió un inesperado líder político. Sin el carisma de otros, Ardanza fue labrando su trayectoria paso a paso. A base de convicciones. Conformó el primer gobierno de coalición de la historia de Euskadi con el PSE, con Ramón Jáuregui como vicelehendakari. Aquel Ejecutivo sentó las bases de un autogobierno todavía incipiente y desarrolló lo que serían sus principales pilares. Fue la época en la que Osakidetza se consolidó, en la que la Ertzaintza se fue desplegando como una Policía integral por toda Euskadi... Pero sobre todo fue la época en la que caló una idea fundamental para la convivencia: que Euskadi debía construirse de manera transversal y que ninguna idea podía defenderse mediante el uso de la violencia.
Ardanza vivió como lehendakari atentados como el de Hipercor, el asesinato de 'Yoyes' o los de mandos de la Ertzaintza como Montxo Doral y Joseba Goikoetxea. La «socialización del sufrimiento» que buscaba amedrentar a toda una sociedad recorrió todo su mandato. Y él la combatió sin atajos, con firmeza democrática. El 12 de enero de 1988 se hacía una fotografía histórica: nacía el Pacto de Ajuria Enea. PNV, EA, EE, PSE, CDS y AP firmaban un acuerdo que aislaba a Herri Batasuna. «A partir de ahora Euskadi es algo distinta a lo que era hasta hoy», afirmaba aquel día Ardanza. Y aunque el terrorismo no cesó, sí empezó a germinar algo nuevo. Una reflexión que el propio lehendakari expuso tras alumbrar un texto que suponía una «apología de la democracia, una marginación de los sectores violentos y una demostración de la supremacía de la sociedad civil contra todo intento de imposición por la fuerza de criterios minoritarios».
La lucha contra ETA, convertida en un símbolo, convivió con la transformación social y económica que vivió Euskadi bajo su mandato. Aquel país al que había llegado como lehendakari en 1985 fue cambiando su estampa industrial. Se inauguró el Guggenheim, el Metro de Bilbao... De repente, el País Vasco pasaba a ser un destino turístico. Y todo ello mientras Ardanza mantenía contra viento y marea su apuesta por la pluralidad. Tuvo consejeros de Eusko Alkartasuna, de Euskadiko Ezkerra...
Su etapa al frente del Gobierno vasco finalizaba en 1998. El PNV apostaba por otro candidato, Juan José Ibarretxe; la propuesta de pacificación que había presentado y que pasó a la historia como 'plan Ardanza' fracasó y la Mesa de Ajuria Enea entró en vía muerta. La Euskadi que había representado el lehendakari Ardanza dejaba paso a otra muy diferente: la del Pacto de Lizarra, la de la exclusión de los no nacionalistas, la de los acuerdos de investidura con la izquierda abertzale mientras ETA asesinaba...
Dejó la política y se convirtió en presidente de Euskaltel. Allí estuvo hasta 2011. Escribió unas memorias y a partir de ahí optó por tener un papel discreto. Apenas aparecía en actos públicos. Ya retirado, resumió lo que había sido su etapa en Ajuria Enea. «Ser lehendakari es uno de los oficios más difíciles, más complicados y más comprometidos. Eres una especie de faro en medio de la tormenta y todo el mundo tiene derecho a criticarte: todas las olas revientan contra ti».
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