Estos días asistimos a un nuevo repunte del discurso migratorio. Haciendo un ejercicio de simplificación que no conviene en un asunto complejo como el de la realidad de las personas migrantes, hay tres momentos donde parece que el debate migratorio repunta y ocupa la primera ... línea de la conversación pública con titulares y frases más o menos atinadas, mejor o peor intencionadas: el verano, que es cuando hay un mayor número de llegada de cayucos y pateras; cuando se produce un repunte en los datos de inseguridad que rápidamente se vinculan con un incremento de la inmigración (sea cierto o no); y cuando se dan situaciones de saturación de los centros de protección destinados a los menores que migran solos. Tres momentos en los que la migración aparece enmarcada desde un punto de vista claramente alarmista.

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La realidad es bien distinta. La llegada de personas migrantes a Euskadi no obedece ni a avalanchas ni a llegadas masivas. La travesía en cayucos es un drama humanitario que no supone la mayor puerta de entrada de personas migrantes, ya que son más los que entran por aeropuertos y fronteras terrestres. Los datos de delincuencia no se correlacionan con seguridad y los centros de protección para menores migrantes que viajan solos no sufren una avalancha, sino una saturación que dificulta que reciban la atención de calidad que requiere un adolescente al que le quedan años para alcanzar la mayoría de edad.

En relación con este último tema sí que hay una cosa cierta y que convendría atender: Euskadi acoge a más menores inmigrantes que llegan solos que la media de las comunidades autónomas.

Estos enfoques y planteamientos que se le dan al tema migratorio influyen en la percepción que la sociedad vasca tiene ante la población migrante. Según los datos del Barómetro 2023 de Ikuspegi, «la sociedad vasca tiene una percepción sobredimensionada del volumen de población de origen extranjero residente en la CAE. Esta percepción tiende a doblar, sin llegar a hacerlo, la cifra de personas de origen extranjero empadronadas y registrado en las estadísticas oficiales».

Como también señala Ikuspegi, la realidad es que, según los datos del padrón municipal, el 12% de la población residente en Euskadi es migrante, frente a la percepción de que este porcentaje supera un 20% (21,4%). Los vascos ven más inmigrantes de los que realmente hay, pero son mucho más tolerantes ante la inmigración de lo que se quiere hacer ver.

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En un contexto como el actual donde los discursos políticos de ultraderecha apuestan por narrativas que enfatizan la seguridad y el control fronterizo con el único fin de aumentar la percepción de amenaza y de rechazo al otro, nos va la convivencia en enmarcar mejor de lo que hablamos para que no veamos lo que no es y no creamos lo que no sucede.

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