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La figura de Pedro Sánchez es alargada. Se extiende desde aquel día en el que se jugó las primarias del PSOE para ganarlas, hasta el día de ayer en el que logró configurar una mayoría parlamentaria que le ha investido, de nuevo, como presidente del ... Gobierno. Su figura será estudiada por el carácter profético y performativo que tuvo el título de su biografía, 'Manual de Resistencia'. Tantas veces se ha anticipado su fin, tantas veces ha resurgido con una nueva -y diferente- estrategia debajo del brazo.
El pasado 29 de mayo, un día después de haberse celebrado las elecciones municipales y autonómicas, Pedro Sánchez sorprendía convocando unas generales anticipadas. Cuando todavía nos recuperábamos de la resaca electoral y de unos resultados que muchos vaticinaban como catastróficos para el Partido Socialista y el anticipo de una nueva derrota, Pedro Sánchez adelantaba unas elecciones que pillaban a media población exhausta y a medio país pensando en las vacaciones. El Partido Popular, por su parte, atisbaba el cambio de ciclo y se subía a la ola de las encuestas, olvidando que la imprevisibilidad caracteriza a la figura de Sánchez.
Su carácter y su manera de asumir el poder exaspera a unos y enamora a otros. Ha sabido crecer políticamente adaptándose a los tiempos y haciendo de la contradicción una de sus señas de identidad. Cambiar de opinión no es un problema para él. Un día te dice que no dormirá bien gobernando con Unidas Podemos, al día siguiente se da un abrazo con Pablo Iglesias. Un día te dice que la amnistía es inconstitucional y al otro es capaz de reunir a un grupo de letrados capaces de motivar una amnistía que él mismo negaba. «Sortear los obstáculos y convertirlos en oportunidades», insistió ayer, durante su réplica, a la portavoz de EH Bildu, Mertxe Aizpurua.
Ha demostrado una capacidad de adaptación a prueba de 'performance', sabe leer lo que le conviene en cada momento para desarrollar una agenda progresista que le permita gobernar. No hay un único camino, sino una infinidad, y todos son válidos. Puede recorrer casi cualquier camino, hacia delante y hacia atrás, ir y volver, reinventarse. Nadie parece poder decirle que se puede decir, qué se puede hacer; su voluntad parece ser el único faro, la única condición. Si quiere, puede, y se puede todo.
Decía ayer Aitor Esteban que Pedro Sánchez tiene la habilidad de encestar el inesperado triple decisivo en el último segundo sobre la bocina, aunque haya ido a remolque todo el partido. Y si bien esto es así, esa fascinación que nos produce el efecto sorpresa tan genuinamente Sánchez no debe dejar fuera de los análisis el despliegue de políticas concretas que son fácilmente identificables por la gente.
Políticas que dibujan una imagen de progreso frente al retroceso que supone la amenaza de la ultraderecha. Dos señas de identidad de Sánchez, hacer que las contradicciones no le penalicen, ofrecer una imagen de país que se corresponde más con lo que somos que con el espejo en el que nos quiere reflejar la ultraderecha.
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