Euclides contra Weber
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La distinción entre ética y aritmética, que denunció el secretario de los jóvenes socialistas vascos, compromete la memoria de las víctimas y el concepto de democraciaEl pasado fin de semana tomó posesión como secretario de las Juventudes del PSE Víctor Trimiño. De su discurso de presentación, los medios destacaron, como es costumbre, las frases más representativas, llamativas o polémicas. Todas tenían, en cualquier caso, enjundia y adquieren, en el momento ... actual, especial relevancia. Se referían a «los valores democráticos que -según dijo el orador- creíamos consolidados» y que, como «el de la vida humana», constituyen la «base de cualquier proyecto político respetable». Concluía el joven político, con rigurosa coherencia, que «ninguna necesidad aritmética justifica tratar como un partido más a quienes, desde un punto de vista ético, no lo son». No los citó expresamente, pero la audiencia entendió de inmediato quiénes eran los aludidos. De un lado, EH Bildu y, de otro, Unidas Podemos y el PSOE, que andan demandando el apoyo del primero a los Presupuestos a cambio de tratarlo como a un socio más del club de los demócratas.
A los mayores de su partido no les gustó lo oído, aunque, avergonzados, quizá, de su disgusto, optaron por el anonimato de las consabidas 'fuentes de la dirección' para hacer pública su crítica. No hicieron sangre. Recurrieron a la condescendencia y apuntaron a la inexperiencia y la juventud del orador. De todas formas, disgusto y crítica, por disimulados que fueran, no esquivaron la sorpresa. Cualquiera que tuvo en este país la oportunidad de escuchar en directo o leer en la prensa sus palabras no pudo dejar de pensar que lo que el novel secretario dijo en voz alta no era sino lo que había oído decir en casa. También él quedaría, por tanto, sorprendido.
Como para no estarlo. Había pasado poco tiempo desde la campaña electoral, y aún resonarían en sus oídos las rotundas negativas con las que su secretaria general rechazó, más veces que las que el gallo cantara en aquella fatídica noche, la oferta del tripartito con EH Bildu y Elkarrekin Podemos que la candidata de este último partido no había dejado de hacerle en todas y cada una de sus comparecencias. «Tenemos muy claro -replicaba aquella, inmutable- dónde está nuestro umbral de exigencia ética» y «no compartimos bases éticas sólidas» con EH Bildu para normalizarlo en nuestra política de alianzas. Nada nuevo. Respondía, más bien, a la praxis de un partido que, incluso tras la disolución de ETA, persistía en exigir de quienes la habían apoyado o exculpado durante su existencia la ruptura expresa del vínculo tóxico que aún los mantenía unidos al pasado para poder contarlos como a «uno más de los nuestros». Se entendía que negarles el trato normalizado era el mejor modo de presionarlos para alcanzar el objetivo de esa ruptura que comúnmente se expresa con el término de «condena».
Las cosas han cambiado, sin embargo, a velocidad de vértigo. Sólo ha hecho falta que el PSOE viera en serio peligro su permanencia en el poder para que incluso aquellos que, como la citada secretaria, apelaban a «los comportamientos violentos que hemos padecido durante 50 años» se precipitaran en auxilio de su líder. A eso se refería Trimiño, cuando, con tanta valentía como acierto, contrapuso ética y aritmética. Se ha quedado solo. Euclides le ha ganado la partida a Weber, y el tacticismo de los números ha prevalecido sobre cualquier estrategia basada en principios y responsabilidades. A decir verdad, esta nueva táctica venía ya marcada de tiempo atrás por Pedro Sánchez, quien, olvidadizo de los sufrimientos de sus compañeros en Euskadi, había solemnizado la praxis de «tratar a EH Bildu como a uno más» por la doble razón de que el electorado lo apoya y la ley lo permite. Como Vox, por cierto. Y los dirigentes le siguen ahora a pie juntillas. «Ética en las palabras, aritmética en los hechos» podría ser el lema.
Entre Trimiño y Sánchez está, pues, la contienda. Desigual, en verdad. Pero toca ya que la política dirima de una vez, dejando de lado pomposas declaraciones hipócritas, si la ruptura expresa con un pasado de apoyo a -o de connivencia con- la violencia es requisito previo para integrarse en el club de los demócratas. Mientras tanto, EH Bildu seguirá siendo el jarrón chino con que Felipe González comparaba a los expresidentes: estorbo más que adorno. Urge, por tanto, al respecto, que los partidos adopten un compromiso sobre si colocarlo en el salón o en el trastero, conscientes de que la opción, además de afectar a la memoria y la dignidad de las víctimas, implica otra más grave que, al dirimir entre aritmética y ética, compromete el concepto mismo de democracia.
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