A la espera del maná
ANÁLISIS ·
Libre del engorroso fin de año legislativo, el Gobierno se dispone a iniciar el que viene repartiendo favores ante una oposición gritona y desnortadaANÁLISIS ·
Libre del engorroso fin de año legislativo, el Gobierno se dispone a iniciar el que viene repartiendo favores ante una oposición gritona y desnortadaTrece millones de desplazamientos se produjeron en España la semana de la Constitución y la Inmaculada. Hoteles con alta ocupación y restaurantes sin una mesa libre. Y el resto del comercio, dispuesto a hacer el agosto en diciembre. La gente, harta y liberada de las ... restricciones de la covid, ha dejado inflamarse su ardor consumista, mantenido en rescoldo los dos últimos años. «Crisis, ¿qué crisis?», se ha dicho. La austeridad, para el año que viene, cuando el Gobierno se apresure a aliviar sus apuros de fin de mes con la generosa piñata de aguinaldos con que le obsequiará durante la temporada doblemente electoral que comenzará el uno de enero.
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También el Gobierno se ha contagiado del mismo espíritu derrochador. A las leyes me refiero. Como el coche escoba en las carreras ciclistas, la coalición ha ido recogiendo toda la panoplia de normas que, por motivos de oportunidad, se habían ido rezagando hasta final de legislatura, y se ha entregado de lleno a una vorágine normativa sin precedentes. El terreno tenía que quedar limpio de la basura de desencuentros y tensiones entre socios que, amontonada durante tres largos años, amenazaba con deslucir su imagen de cohesión en este último tramo en que toca deslumbrar al electorado. Libre de obstáculos habrá quedado, pues, la pista para recorrerla, destacado y con los brazos en alto, hasta romper la cinta que marca la meta.
Pero las prisas han dejado huella en todas las iniciativas emprendidas. No es momento de ensañarse. También a mí me apremia el espíritu del tiempo, que no me permite arruinar con ácidas críticas el clima de paz que debe reinar estos días de Navidad y Año Nuevo. Me ceñiré a lo más clamoroso, comenzando por el batiburrillo de leyes que, sin relación alguna entre sí, se han acumulado en la citada vorágine. Y es que la sustitución de la sedición por «desórdenes públicos agraviados» tiene algo que ver, vista con los estrábicos ojos de quien la propone, con la reducción de penas por malversación, pero nada en absoluto con la ley del «sólo sí es sí» o las reformas que afectan al CGPJ y al TC. La mezcolanza de asuntos tan dispares ha provocado ya perversos efectos políticos y jurídicos, que ensucian el nombre y alteran el buen hacer de nuestras instituciones. Mañana, sin ir más lejos, el TC se verá en el brete más comprometido de su historia, forzado a elegir entre lo malo y lo peor.
Y es que, si malo era el fondo, las formas lo han empeorado. La chapuza se ha instalado en un procedimiento, el legislativo, que, si algo requiere, es finura y precisión técnica, además, por supuesto, de pausada deliberación. Las prisas, el ocultismo y el interés lo han echado todo a perder. La componenda, en lugar del acuerdo razonado, entre socios y aliados, junto con la tramposa elusión de dictámenes preceptivos y pertinentes consultas, ha derivado en graves errores y arriesgado un serio descrédito a los poderes legislativo y judicial en provecho del ejecutivo. Para colmo, los relatos que se han montado con el fin de remendar las roturas están cargados de sofismas y falsedades, cuando no de burdas mentiras. Sólo ha quedado a salvo una efímera cohesión del grupo, a costa del sonrojo que habrá de sentir alguno el día en que se pregunte «cómo pude estar yo tan callado y complaciente en tan incómodo y abigarrado tumulto».
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Ahí me quedo. Nada se ha hecho, sin embargo, a la ligera y sin el debido cálculo. A sabiendas de que los asuntos tratados son demasiado abstrusos para la comprensión ciudadana y en exceso alejados de sus afanes cotidianos, sus autores esperan, con todo fundamento, que la vorágine de acontecimientos que volverá a cernirse sobre el nuevo año, junto con el maná de favores con que el poder irá regando generosamente el reseco desierto de la crisis, sepultará el pasado en el más profundo de los olvidos. Y nada podrá hacer para devolverlo al recuerdo una oposición que, entre la derecha más extrema y la más centrada, se verá forzada, en el actual clima de desmedida polarización, a competir en su propio seno por la mejor teatralización de los aspavientos, por cómo proferir las más grandilocuentes soflamas patrióticas o por disparar con mayor tino a todo lo que se mueve, condenada, como se sabe, a cargar con el pesado lastre de no tener otra cosa que ofrecer que unas propuestas y, sobre todo, unas alianzas de futuro que en nada mejoran las que denigra en el presente. Y, dicho esto, les deseo una feliz Navidad y que volvamos a encontrarnos, sanos y salvos, cuando, a la vuelta del año, también nosotros, como el poeta, tengamos que hablar de muchas cosas.
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