El jueves se celebró en Valdemoro (Madrid) un acto simbólico de destrucción de aproximadamente 1.400 armas de fuego que habían sido intervenidas a miembros de ETA y a los GRAPO. El Gobierno de España ha calificado este acto como un ejercicio de dignidad, humanidad ... y justicia hacia la memoria de las víctimas del terrorismo. Pero pretendía también proyectar la idea del triunfo de la democracia frente a la violencia. Lo expresó el presidente Sánchez en estos términos: «Quien entrega las armas, acepta la derrota». Es obvio que se refería a ETA y no al GAL.
Publicidad
Tiene razón el presidente, pues cuando se produce tal hecho, la relación causa efecto es indiscutible. Pero conviene efectuar algunas matizaciones, pues también es cierto que existen casos donde habiendo interiorizado la derrota, se ha declarado el cese sin que se hayan entregado las armas.
La idea del fracaso en una organización como ETA, que había convertido la «lucha armada» en un tótem y su continuidad en un objetivo esencial de su estrategia, empieza a germinar desde el momento en que se cuestionan ambos objetivos. Las primeras expresiones de fondo de la crisis del militarismo se producen tras la ruptura de la tregua de 1999, que una parte muy importante del electorado castigo la 'vuelta a las armas', haciendo pagar la factura a EH, que vio reducida su representación a la mitad pasando de catorce escaños a siete en las elecciones de 2001. Nuevamente la ruptura de las conversaciones con el Gobierno con el terrible atentado de la T-4 en diciembre de 2006, representó para muchos sectores la evidencia de que a la IA le sobraba ETA. Efectivamente, una organización militar muy debilitada y cuestionada por su propio mundo, se ve abocada bien a un cese definitivo, bien a su suicidio militarista.
Afortunadamente ETA decidió en 2011 el cese definitivo y una parte importante de la ciudadanía decidió fortalecer tal decisión, premiando con su voto a Bildu y Amaiur que lograron unos excelentes resultados. La lucha armada, rasgo inherente a ETA, había fracasado. Y sin lucha armada, ETA no tenía sentido. Su disolución programada en el tiempo y los intentos de forzar un marco de negociación con el Estado expresaban el deseo voluntarista de conseguir una escenografía que permitiera transformar el cese unilateral, en una decisión pactada con el Gobierno.
Publicidad
Si la entrega de las armas en vez de como se hizo, se hubiera realizado directamente a las autoridades españolas bajo la apariencia de una negociación formal, la derrota de la violencia seguiría siendo inequívoca en ambos supuestos; pero, sin embargo, la percepción social que producen es bien distinta.
Es indiscutible que la decisión del cese definitivo fue un acto de desistimiento unilateral. Sin embargo, curiosamente, existen también en este ámbito los 'negacionistas', que proclaman que es mentira esa versión y que realmente lo que sucedió fue una negociación de ETA con el Gobierno, premiando a Bildu y denigrando a las víctimas y a su dignidad.
Accede todo un mes por solo 0,99€
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Fallece un hombre tras caer al río con su tractor en un pueblo de Segovia
El Norte de Castilla
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.