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Las elecciones son en un sistema democrático el cauce esencial, no único, para la participación de la ciudadanía en los asuntos públicos, bien con carácter decisorio cuando se trata de plebiscitos, bien a través de la elección de representantes. A menudo escuchamos que la voluntad ... popular ha sido expresada en las urnas y reflejada en los resultados, como si tal voluntad fuera única y unívoca, y no plural y diversa. Salvo en los casos de referéndum o de comicios con mayorías cualificadas en favor de alguna de las formaciones en liza, donde sí se puede apreciar la voluntad mayoritaria, en el resto de los supuestos esa voluntad es plural y se muestra fragmentada.
Así, por ejemplo, si queremos descubrir qué han decidido los catalanes en las elecciones del domingo o cuál es la voluntad expresada, y pretendemos hacerlo desde los parámetros de una única voluntad, deberíamos de desistir del empeño, pues tal voluntad no existe. Sin embargo, los resultados sí nos permiten descubrir la existencia de voluntades mayoritarias y/o hegemónicas en la sociedad catalana. Existe una voluntad popular independentista mayoritaria, más en escaños que en votos, frente a la voluntad unionista, también fuertemente arraigada, lo que hace que tanto la pertenencia a España como la independencia sean factores de rango constituyente de dos voluntades dentro de una misma sociedad. Existe una voluntad popular claramente hegemónica de que el dilema permanencia/separación se resuelva democráticamente a través de una consulta pactada. Existe también una voluntad claramente mayoritaria en favor de las opciones de izquierda frente a las opciones de derecha.
¿Cuál es la voluntad o el mandato mayoritario que se deriva de los resultados cara a la formación del Govern de la Generalitat? La respuesta no es única. Así Junts nos dirá que la voluntad popular exige la constitución de un Govern independentista, siendo ese rasgo el que lo caracterice. En Comú Podem, por su parte, señalará que la voluntad dominante es la que exige la formación de un gobierno de izquierdas, entre socialistas, republicanos y comunes.
¿Cuál es el mandato al que han de obedecer los dirigentes del PSC y ERC respecto a esa misma cuestión, cuando Illa y Aragonès se han vetado mutuamente en una operación de puro marketing electoralista, que pone de manifiesto de qué manera tan absurda e infantil la política puede convertirse en un dogma, y éste en doctrina sectaria? Los ciudadanos miran a los políticos, enjuician sus luchas partidistas y sectarias.
Despotrican y se mofan a menudo de ellos, pero, aunque a veces se rebelan, otras muchas reproducen en su pensamiento, actitudes y comportamientos aquello que han visto y oído. Es decir, se produce el fenómeno del enraizamiento social de la división, de la confrontación y la exclusión. Cuando ese fenómeno se extiende y echa raíces, las formaciones se convierten en rehenes de lo que han creado y pierden autonomía para pensar en términos de país y ciudadanía. En Cataluña se corre el riesgo de ese tipo de enraizamiento.
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