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Todo estudiante de Periodismo habrá escuchado el aforismo de Marshall McLuhan que sostiene que el medio es el mensaje. Lo que el profesor canadiense quería decir es que la 'vasija' en que se sirven los contenidos condiciona el modo en que el receptor los percibe. ... Una teoría de la manipulación subyacente a la comunicación de masas, precursora de esa otra que sostiene que la objetividad es una entelequia. En el caso del Plan de Convivencia, Derechos Humanos y Diversidad 2021-2024 que presentó ayer el Gobierno vasco sucede algo similar: el emisor, el Departamento de Igualdad, Justicia y Políticas Sociales, condiciona ya el contenido. Mientras que el enfoque «integral» del documento, orientado a «contribuir al avance de la convivencia a través del pleno ejercicio de todos los derechos humanos para todas las personas que habitan en Euskadi», se convierte en sí mismo en el mensaje que el Gabinete Urkullu quiere transmitir a la sociedad tres años después de la disolución de ETA y cuando se está a punto de cumplir una década del cese definitivo de la violencia.
Integral se traduce, en este caso, en que en un mismo texto, de algo menos de 40 páginas, se recogen líneas de actuación, más teóricas que concretas, para el reconocimiento de las víctimas de ETA, de organizaciones de extrema derecha o de abusos policiales y para «normalizar» la política penitenciaria, pero también iniciativas para garantizar el respeto a los derechos humanos en el ámbito de la empresa, la formación en valores de la juventud y la no discriminación de colectivos como el LGTBI, el pueblo gitano o los migrantes.
El documento, que es todavía un borrador al que es fácil augurar un tortuoso proceso de «contraste» con la oposición hasta su aprobación definitiva en septiembre, incorpora a modo de retales leyes de futura aprobación, organismos de próxima creación y consideraciones éticas, como la solicitud de autocrítica a la izquierda abertzale y el rechazo a los 'ongi etorris' por la revictimización que suponen, pero sin incluir medidas para impedirlos o prevenirlos. En el epígrafe que habla de los motivos para la esperanza se enumera el fin del ciclo de la violencia -pese a que los ataques a la Ertzaintza, por ejemplo, siguen- unido a la feminización de la agenda mundial o a la buena marcha de los acuerdos contra el cambio climático.
El 'totum revolutum' no es un despiste, ni mucho menos, sino algo buscado y con clara intencionalidad política, igual que lo fue sacar de Lehendakaritza las políticas de Convivencia que dirigía Jonan Fernández para adscribirlas a la consejería de Artolazabal. El departamento admite que, lejos de considerarlo «un error», lo ve como un activo que fortalece la visión «transversal» de los derechos humanos. «Euskadi no es la misma de hace treinta años», argumentan a modo de justificación. Efectivamente, no lo es, pero las razones que llevaron a ETA a exterminar al diferente en nombre de la patria y a empujar a miles de vascos a mirar debajo del coche cada día o al exilio nada tienen que ver con los fenómenos estructurales que motivan el racismo o la desigualdad. Equipararlos solo puede diluir el significado que para el pueblo vasco tuvieron décadas de terror y provocar un innecesario agravio en sus víctimas.
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