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El ideal del mundo económico y empresarial pivota sobre la estabilidad, la certidumbre y la moderación, tres piedras angulares que la España política es incapaz de ofrecer en un Congreso ingobernable. En el ideal del mundo económico y empresarial no estaría Unidas Podemos, formación ... que ha hecho de «la lucha contra los poderosos» su razón de ser con propuestas fiscales radicales y promesas de nacionalización de servicios básicos como la energía o la banca. En su escenario ideal, Pablo Iglesias no sería vicepresidente del Gobierno, pero la realidad, si ERC quiere, dice que lo será. El temor es éste, hasta dónde llegará un Gobierno formado por PSOE y Unidas Podemos en un contexto mundial, además, muy convulso. Según las fuentes consultadas, tres son los grandes temores de la patronal: un hachazo fiscal que llegaría en plena desaceleración, el mercado de trabajo (ministerio que podría ir a los morados) y el reparto político en la cúpula de sociedades públicas de enorme relevancia como la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC).
El alivio, su esperanza, mira a Bruselas. Confían en que la UE actúe de dique de contención a través del Pacto de Estabilidad y Crecimiento, la 'biblia' del rigor fiscal y presupuestario a la que deben someterse todos los Estados miembros. Un par de apuntes. La Comisión no sólo acaba de pedir un ajuste de casi 10.000 millones, sino que conviene no olvidar que España aún debe 23.700 de los 41.300 millones que recibió del rescate financiero de 2012. Un dinero que no terminará de devolverse hasta 2027 y que hasta que no se amortice el 75%, los 'hombres de negro' de la UE y del BCE seguirán visitando Madrid dos veces al año para chequear la situación del país.
Es el mejor «escudo» en favor de la ortodoxia y el pragmatismo, como explica Enrique Portocarrero, director del Círculo de Empresarios Vascos. «No hay miedo, pero los políticos deben ser muy conscientes de la importancia que tienen los empresarios para el sostenimiento del Estado del Bienestar», advierte.
Aquí es donde emerge una figura que se antoja clave en el futuro Gobierno: Nadia Calviño. La actual ministra de Economía en funciones no sólo repetirá sino que asumirá la nueva vicepresidencia económica. Fue uno de los grandes anuncios que Sánchez hizo en el debate electoral del 10-N y a diferencia de los referidos a Cataluña, este sí lo cumplirá. Su mensaje tenía dos destinatarios: por un lado, Podemos, advertirle de que la 'poli mala' que paró en el Consejo de Ministros cualquier tentación de derogar la reforma laboral no sólo seguirá sino que tendrá más poder; y por el otro, Bruselas, de donde procede Calviño. Para la UE, es la mejor garantía de que el rigor fiscal y presupuestario será una línea roja. Así lo confirmó esta misma semana el presidente en funciones para lanzar un mensaje de tranquilidad a los mercados, al empresariado y a las propias instituciones comunitarias.
Temores de la patronal. Destacan la reforma laboral, la subida de impuestos y la renovación de órganos como la CNMC.
Conversaciones discretas. Están usando como base el frustrado Presupuesto de 2019, que prevía 5.600 millones extra de ingresos.
«No vamos a hacer locuras», zanjan fuentes gubernamentales, que descartan cualquier viso de radicalidad en la política del futuro Ejecutivo, aunque sí reiteran el compromiso de apostar por «una política fiscal más ambiciosa que permita equipararnos a los niveles europeos -la diferencia con la media es de ocho puntos del PIB, unos 80.000 millones de euros- para financiar nuestro programa social».
Las conversaciones entre los dos partidos de la izquierda se están desarrollando con la máxima discreción. Fuentes conocedoras de las negociaciones desvelan que el compromiso es tomar como base el frustrado Presupuesto de 2019 que tumbó ERC. Aquel texto preveía un aumento de la recaudación de 5.600 millones gracias a nuevos gravámenes a las tecnológicas (tasa Google), a las transacciones financieras (Tobin), al diésel o en el Impuesto de Sociedades.
Más que temeroso, el empresariado se muestra expectante. «Lo que pedimos es estabilidad y moderación. Que se deje de gobernar a golpe de real decreto y se vuelva al diálogo social», recalca una alta fuente de la patronal, que destaca la necesidad de trasladar «un mensaje de confianza en el país, también de cara al exterior», en un momento de máxima incertidumbre por el 'Brexit' o la guerra comercial EE UU-China. «Nuestro mensaje es claro: hay cuestiones de país clave como las pensiones que va más allá de una negociación de investidura. Compete a todos los partidos», recalca.
Esta semana, el presidente de la CEOE, Antonio Garamendi, insistió en esta argumentación y recalcó que «vamos a ser terriblemente respetuosos con el Gobierno que se forme». Eso sí, el viernes, desde Vitoria, recordó que la «ideología está muy bien, pero en economía dos más dos son cuatro, ni nueve ni doce».
Ocurrió el 12 de febrero de 2015. Aquella tarde, el joven Alexis Tsipras, la esperanza blanca del pueblo griego, descubrió Bruselas. Tardó muy poco, quizá minutos, en darse cuenta de que los pasillos del Consejo Europeo nada tienen que ver con la céntrica plaza Sintagma, el corazón revolucionario de una Atenas devastada por la crisis y donde Pablo Iglesias, puño en alto, arropaba a su correligionario en encendidos mítines criticando a la malvada UE. Aquel 12 de febrero, el ya ex primer ministro griego de Syriza descubrió que, en la UE, lo de David y Goliat es una leyenda urbana. Llegó sin corbata al grito de la «Troika ha muerto» y se marchó años después abrazado a la socialdemocracia y entre loas de sus socios por su responsabilidad. Bruselas sabía que Grecia era el precedente, el listón donde fijar el margen de maniobra de los Estados, y nunca le tembló el pulso.
Meses después llegó la rescatada Portugal, que había recibido 78.000 millones en 2011. El socialista António Costa, pese a perder las elecciones frente a la derecha, se alió con los comunistas y el Podemos luso para formar un Ejecutivo que un principio creó muchísimas dudas en Bruselas por la actidud de Lisboa (estuvo a punto de ser sancionada por el déficit), pero que con el paso del tiempo todo cambió de forma radical. Tanto, que Portugal es ahora puesta como ejemplo de casi todo, con una prima de riesgo inferior a la española y un déficit mínimo. Es el ejemplo en el que siempre se ha fijado Sánchez, sobre todo por el propio formato del Gobierno: en solitario, nada de coaliciones. «Portugal muestra que se puede ser serio y de izquierdas a la vez», asegura el comisario de Asuntos Económicos, Pierre Moscovici.
Respecto a la situación española, la situación es de relativa calma. «No nos asusta la democracia. Los europeos eligen sus gobiernos pero luego estos gobiernos tienen unos compromisos fiscales y presupuestarios que deben cumplir», aseguran fuentes de la Comisión. «Una cosa es prometer muchas cosas en los mítines y otra muy diferente gestionar dinero público», ironizan.
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