Las próximas elecciones del 12 de julio que el lehendakari Iñigo Urkullu convocará este lunes a mediodía serán las más atípicas que se hayan celebrado nunca en Euskadi. No solo por las estrictas medidas de distanciamiento social que la pandemia del coronavirus obligará a observar ... en la jornada electoral, por la campaña posiblemente más corta y sin grandes actos o por la propia celebración de los comicios en pleno verano, sino, sobre todo, por el imprevisible efecto en la participación y en el voto de la mayor crisis vivida en la historia reciente. Hay varios factores que incidirán en los resultados, amenazados más que nunca por el destrozo que la desafección política y el miedo pueden ocasionar en la afluencia de votantes a los colegios.
Publicidad
Los partidos admiten estar preparados para unos índices de abstención muy por encima de lo habitual, producto de la perplejidad que la convocatoria electoral en julio provoca en buena parte de la ciudadanía. «Sabemos que mucha gente no lo entiende pero, ¿qué hacemos?, ¿nos perpetuamos como gobierno vitalicio?», argumentan en Lehendakaritza. PNV y PSE se están empleando a fondo para hacer pedagogía política y explicar que poner las urnas en julio permite tener un Gobierno y un Parlamento funcionando a pleno rendimiento en septiembre, cuando los efectos de la pandemia en la economía y el empleo se dejen sentir en toda su crudeza. «Que nos vean trabajar en verano tampoco es malo, dadas las circunstancias», abundan. Aun así, el miedo al contagio, la posible desbandada hacia segundas residencias -con la llegada de la 'nueva normalidad' se abrirá la veda de los desplazamientos a otras provincias- y, sobre todo, el hartazgo con la política que la crisis podría acentuar hacen prever una abstención superior al casi 40% que ya se rozó en las últimas autonómicas. Las consecuencias son difíciles de anticipar pero, en principio, podría beneficiar a los partidos con un suelo de voto más fiel y un electorado más joven.
La desescalada se le ha atragantado al Gabinete Urkullu, tras exigir repetidamente a Madrid que renunciara al mando único plenipotenciario al que le ha facultado hasta ahora el estado de alarma. La anhelada cogobernanza llegó, una vez más gracias a que el PNV estuvo al quite para sacar chispas a sus seis escaños en el Congreso, pero no con los resultados esperados. La aplicación de medidas más restrictivas a las correspondientes a la fase 1 -lo que Carlos Iturgaiz bautizó con evidente éxito como 'fase 0,5'- ha creado un problema grave al Gobierno, obligado a justificar el levantamiento de la emergencia sanitaria para poder celebrar elecciones cuando aún estaban prohibidos, por ejemplo, los desplazamientos entre municipios o las reuniones en casas o en la calle sin una cobertura jurídica clara. De hecho, la manga ancha para moverse por el territorio histórico de residencia anunciada el viernes intenta paliar esa incongruencia y pone la alfombra roja a la inminente convocatoria. En todo caso, el fiasco del anunciado regreso a las aulas el día 18 o la decisión de dejar de facilitar los datos diarios de contagios por municipios -ahora serán semanales- han colocado a Urkullu en el ojo del huracán. Sospechas de favoritismo hacia Euskadi y protestas de los sindicatos han amargado al lehendakari el inicio de la desescalada.
Está por ver cómo afectará todo ese ruido a las expectativas electorales del PNV. Sus rivales intentarán aprovechar las circunstancias para desmontar el mito de la infalibilidad gestora de los jeltzales, lo que hace prever que volverán al primer plano asuntos como el del derrumbe del vertedero de Zaldibar, del que se cumplen cien días sin que los dos trabajadores sepultados hayan aparecido aún y que Bruselas ha decidido investigar. Sin margen para otro acuerdo de gobernabilidad que no sea el actual tándem PNV-PSE -juntos acariciaban la mayoría absoluta de cara al 5 de abril-, ambos cruzan los dedos para que la gestión de Urkullu y la de Pedro Sánchez en Moncloa y las tensiones que han desatado entre ambos no trunquen esas expectativas.
Publicidad
La apuesta de EH Bildu por presentarse como alternativa real al PNV marcará a fuego una campaña que llega con las relaciones entre las dos siglas del nacionalismo vasco en su punto más crítico desde hace años. La campaña de ataques de kale borroka contra sedes de PNV y PSE ha recrudecido los reproches de los jeltzales a EH Bildu por su falta de «firmeza» en la condena a la violencia, un mensaje que pretende recordar los 'deberes' que ese mundo tiene aún pendientes y contrarrestar así el papel de azote del lehendakari que representa a diario Arnaldo Otegi.
Desde el inicio de la pandemia, EH Bildu se ha opuesto frontalmente a todas las medidas defendidas por el PNV para frenar al virus y ha encontrado un nuevo aliado en Podemos que, tras la victoria de Miren Gorrotxategi en las primarias, ha dejado atrás la estrategia pactista de Lander Martínez para hacer oposición frontal a los peneuvistas. Unos movimientos en el seno de la izquierda que está por ver cuanto le rentan a la formación morada -que gobierna en Madrid con la aquiescencia del PNV y en Euskadi ha llegado a criticar los «apaños» entre Pedro Sánchez y Andoni Ortuzar para pasar de fase- y si dejan espacio para formaciones como Equo, hasta ahora integrada en la coalición.
Publicidad
Mientras la alianza PP-Cs tiembla en Madrid por el escándalo de los apartamentos de lujo en los que se aloja Isabel Díaz Ayuso, en Euskadi la coalición, alumbrada en medio de un terremoto político que se llevó por delante a Alfonso Alonso, está bendecida y blindada por los dos líderes nacionales de ambos partidos. Pablo Casado e Inés Arrimadas se reunieron el viernes para reafirmar su sintonía, que la alianza vasca pretende simbolizar. El objetivo, minimizar el 'efecto Vox', que como experto pescador en río revuelto, podría beneficiarse de cierto voto antisistema alimentado por la pandemia. Las encuestas del 5-A ya contemplaban la posibilidad de que la formación de Santiago Abascal obtuviese un escaño por Álava. Una vez más el territorio donde la batalla está más abierta -al tener menos población es más sencillo llegar al umbral del 3% de voto- y que opera, por ello, como laboratorio de las tendencias a escala nacional. También los ecologistas de Equo ven en el disputado último escaño alavés su mejor opción para mantenerse en el Parlamento vasco.
Accede todo un mes por solo 0,99€
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.