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ETA asesinó por última vez en Euskadi el 19 de junio de 2009. Tres etarras colocaron una bomba en los bajos del vehículo de Eduardo Puelles, inspector de la Brigada de Información del Cuerpo Nacional de Policía en Bilbao, cuando se dirigía al trabajo. Estaba ... casado con Paqui Hernández y tenían dos hijos, Rubén, de 21 años, y Asier, de 16. Este miércoles como cada aniversario, familiares y amigos se reunirán en su memoria en el mismo aparcamiento del barrio de Santa Isabel, en Arrigorriaga, donde le asesinaron. Su viuda sigue viviendo en la misma casa familiar.
- ¿Este año también han preparado una ofrenda floral para recordar a su marido Eduardo Puelles?
- Como todos los años. Será el mismo día 19 de junio a las siete de la tarde. Normalmente, quien se encarga de los preparativos es mi cuñado Josu. Esperemos que no nos encontremos con el mismo problema del año pasado porque el Ayuntamiento -gobierna EH Bildu- no hizo nada para despejar el lugar de vehículos durante los pocos minutos que dura el homenaje. Entre coches, colocamos las flores como pudimos en la jardinera que puse yo misma en su memoria. Ni sé ya cuántas veces la han roto o pintado.
- ¿Cómo es su vida hoy?
-Dicen que el tiempo todo lo cura... Será para los demás. Yo voy viviendo día a día. Al levantarme cada día me digo: 'Un día más'. Voy aguantando el tirón. Después de todos estos años... A ver cómo lo explico... Hoy me puedo reír, pero no se me olvida que el proyecto de futuro que tenía me lo destrozaron. Han pasado 15 años y sigo sin entender su asesinato. Y como no lo voy a entender nunca, sé que me moriré con esa sensación de no saber por qué y para qué le mataron.
- Y eso pesa mucho...
-Muchísimo... Jamás volveré a ser la misma. Ahora vivo un poco más tranquila, pero cuando escucho las noticias y veo que gente que ha hecho tanto daño está ahora en los ayuntamientos...
- Eduardo Puelles fue la última víctima mortal de ETA en Euskadi. ¿Muchas veces habrá pensado, si el final del terrorismo hubiera llegado antes...?
- Sí, la verdad es que sí. Pero así fue. No se puede volver atrás y eso me acompañará toda mi vida.
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- Vive en la misma casa donde compartía su vida con Eduardo. ¿Cómo lleva tener que salir del portal cada día y ver el lugar donde ocurrió la explosión?
- Es como que lo tengo asumido. Muchas veces voy paseando con mi perrita Luna y mis pensamientos me llevan hasta allí, recuerdo mi vida con Eduardo, pienso que ese lugar fue lo último que vio él... Antes me dolía muchísimo. Aprendes a vivir con ese dolor. Ha sido en parte gracias a un matrimonio amigo, sus hijas y su familia. Sobre todo ella, mi amiga Isabel, que es una persona increíble. Ha sido mi salvadora. Siempre digo que es mi hermana de corazón. La adoro.
- Sus hijos, Rubén y Asier, se hicieron policías como su padre...
- El mayor ya estaba pensando en ello antes y el pequeño tomó la decisión después de lo de su padre. Hay que respetarlo. Mi lema siempre ha sido vive y deja vivir. Eduardo lo único que hacía luchar por la libertad e intentar salvar vidas.
- El día después del asesinato una manifestación multitudinaria recorrió Bilbao. Usted alzó la voz para reclamar justicia y dijo que estaba muy orgullosa de su marido y clamó: «Los asesinos no me van a ver llorar». ¿Cómo lo recuerda, se sintió arropada?
- Sí. Luego algunos dijeron que las viudas tenían que estar calladas. Se llegó a comentar que alguien me había indicado que hablara, pero no fue así. Yo fui la que pregunté: «¿Puedo hablar?». Tenía la necesidad de dar las gracias a la gente. No esperaba la reacción que hubo y voy a estar agradecida toda mi vida.
- Aquellos primeros años fueron los más difíciles...
- Durante cinco años he sido una auténtica zombi, pero no porque estuviese medicada ni nada, sino porque yo no reaccionaba.
- ¿Qué recuerda del aquel último día con Eduardo?
- Llegó a casa como cada día. Me acuerdo que estaba muy ilusionado porque nos íbamos a ir de vacaciones a Conil los dos solos. Recuerdo mucho las conversaciones que teníamos. Para mí era mi amigo. Era mi todo. Estábamos muy unidos.
- Y aquella mañana del 19 de junio todo se truncó.
- Él se levantó para ir a trabajar. Yo me quedé un rato más en la cama pensando qué iban a hacer esa mañana. Le pregunté: '¿qué hora es?' Y me dijo que eran las nueve menos cuarto... Cuando acabó de prepararse me dio un beso, me dijo: 'hasta luego', escuché la puerta cerrar al salir y, de repente, oí la explosión. Pegué un bote de la cama, me fui derecha al balcón, me asomé. Yo ya sabía que era mi marido. Empecé a llamar por teléfono a la comisaría, a su móvil, venga a llamar, venga a llamar... Y no me cogían. Eduardo solía ir en tren, pero ese día se trajo un coche del trabajo. Era un coche que al que además le acababan de cambiar la matrícula. Alguien puso la bomba esa misma noche. Le estaban vigilando. Yo creo que algún vecino le vio llegar, vio dónde aparcaba y avisó. Siempre he sospechado eso. Luego llegó mi hijo mayor que no había dormido en casa. Le había avisado un amigo. Clavó el coche en medio de la calle, salió y yo le vi que iba lanzado y le pegué un grito: 'Rubén, no, no vayas'. Paró en seco, me miró... No quería que le viera.
- ¿Hablaban de que podía pasar algo así?
- Siempre le decía que si alguna vez salía en una lista que por favor nos marcháramos. Yo lo que quería era que él estuviese vivo y estuviese bien. Yo siempre tuve miedo. Siempre tuve miedo, pero porque siempre me he sentido muy orgullosa de mi marido y me daba muchísima rabia no poder hablar abiertamente y decir que mi marido era policía y que lo único que hacía era el bien.
- ¿Sabe qué ha pasado con los autores del atentado?
-Sí, ya los han acercado. Eso es una auténtica vergüenza.
- ¿Le gustaría tenerlos delante y preguntarles algo?
- No. Me destrozaron la vida y a mis hijos los dejaron sin padre.
- ¿Cómo le gustaría que se recordara a su marido, en lo personal y en lo profesional?
- En lo personal puedo decir que ha sido un buen hijo, hermano, marido, padre y amigo. En lo profesional, creo que ha sido un muy buen compañero. Lo único que quiero es que no se olvide lo que la gente ha hecho y que no se olvide a mi marido. Y que todo aquello no se vuelva a repetir.
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