Edmundo Bal llegó en moto al debate de Telemadrid. ep

Edmundo Bal y la utopía del centro

Pongamos que hablo de Madrid ·

Ciudadanos se agarra a la inagotable energía de su candidato y se presenta como antídoto anti Vox, pero tiene un grave problema: la extrema polarización de la campaña madrileña

Lunes, 26 de abril 2021, 23:50

El centro no existe». La sentencia, con vocación de inapelable, llega del entorno de La Moncloa, que ayudó a diseñar una campaña, la de Ángel Gabilondo, basada en 'robar' votos de Ciudadanos. Luego se vio que el PSOE empezó a asumir que los simpatizantes naranjas ... en fuga tras el 'Murciagate' eran casi todos de derechas y que no merecía la pena seguir insistiendo demasiado ahí. Solo de vez en cuando. El votante de Cs en 2019 -una saca de 630.000 papeletas- se ha convertido en la pieza más codiciada para los dos bloques que se juegan los cuartos este 4-M, pero viendo a Edmundo Bal en acción nadie lo diría.

Publicidad

Un extraterrestre recién aterrizado en la cuesta de Moyano, entre el Paseo del Prado y El Retiro, pensaría que ese señor enjuto y menudo -lo parece aún más al lado de la vicealcaldesa Villacís-, de pelo ensortijado y aspecto de enérgica bonhomía está llamado a ganar las elecciones o, como poco, a gobernar en Madrid. «Yes, we Bal», como reza la última ocurrencia tuitera de los naranjas, evocando a Barack Obama. La cosa parece una bilbainada, como poco, pero hasta tiene su gracia en comparación con lo de 'Madrileños por Edmundo'.

De hecho, una no puede evitar pensar que, cuando se trata de Ciudadanos a la caza desesperada del voto, las redes sociales las carga el diablo. Quién no recuerda a Lucas, el perro de Albert Rivera que olía a leche. Fue el principio del fin que ahora vaticinan las encuestas. «Vamos a entrar, seguro», contradicen en el equipo del candidato. No obstante, todas las prospecciones publicadas en los últimos días, incluido el sondeo 'flash' del CIS, dejan a la candidatura encabezada por el exabogado del Estado -«no soy un traidor, llevo treinta años sirviendo a España», le repetía a la candidata de Vox en el debate- por debajo del umbral del 5%, la frontera que separa la llave de oro de la Asamblea del abismo de la desaparición. «Ciudadanos está muerto», sentencian, con cierta displicencia, en el PSOE y en el PP.

Retrocedamos. Antes de que el aspirante haga su entrada en escena, acercarse a un acto de campaña del partido naranja tiene, efectivamente, algo de fúnebre. Una se imagina el cruel destino que siempre ha acechado a los partidos de centro en España, se acuerda de Adolfo Suárez, de la UCD, del CDS, de UPyD y de su fundador, Fernando Savater, confesando en 'El País' que votará a Isabel Díaz Ayuso para frenar a «separatistas y bolivarianos de guardarropía». Según Tezanos, un 54,7% de los exvotantes naranjas tienen previsto seguir el mismo camino que el filósofo, que en su día pidió el apoyo para Rivera. Algún despistado votará a la izquierda y otro buen puñado duda entre la abstención o mantenerse fiel a la sigla. Ahí está el objetivo.

Publicidad

Apenas hay cuatro gatos en la carpa liberal y todo el mundo está pendiente de las declaraciones del alcalde Almeida. Pablo Iglesias y Rocío Monasterio acaban de liarla en la Ser y la campaña empieza a tomar otro cariz. En estas llega Bal. Esta vez no lo hace a lomos de su moto, como en su triunfal desembarco en el plató de Telemadrid, ni a los sones de la banda sonora de Rocky. La cosa va de hacer como que mira libros de viejo en los puestos de la cuesta y de saludar amablemente a los propietarios sonriendo para las cámaras.

Creer en el milagro

Pero cuando empieza a hablar se aprecian los dos asideros a los que se aferra Cs para creer en el milagro. Uno es, por supuesto, el entusiasmo inquebrantable de Bal, que jamás transmite sensación de derrota. «No para, es agotador», se resignan sus jefes de prensa. El otro, una vez que ha quedado claro que apoyaría a Ayuso para frenar el advenimiento de un Botànic a la madrileña, el presentarse como el antídoto que evitará que Vox sea decisivo tras la noche electoral.

Publicidad

En charla informal con los periodistas, el candidato se hace de cruces por el juego peligroso que acaba de comenzar. «No alimentemos a los extremos. Los enemigos irreconciliables acaban matándose en una guerra», avisa. Su mejor -y casi única- baza es que el miedo del votante moderado a la estomagante confrontación en que está derivando la campaña le favorezca. Villacís recuerda que la activista antidesahucios Alejandra Jacinto, que le hizo «un escrache» estando embarazada, va quinta con Podemos. «Y no por eso nos dejaremos de sentar con Pablo Iglesias». «Quieren un Madrid de bandos», clama Bal con genuina alarma. El problema, su problema, fácil de percibir sobre el terreno, es que Madrid está tan polarizada que el asunto va de eso, de bandos. Y que el centro, exista o no, parece más que nada una utopía en esta campaña de balas y navajas.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Accede todo un mes por solo 0,99€

Publicidad