La mayoría de la investidura se resquebraja y se vuelve contra Pedro Sánchez. Y el maremoto, agitado por las tensiones internas y las presiones salvajes en el seno del independentismo catalán, envuelve a un PNV encajonado entre el griterío de los soberanistas y la condición, ... de la que solía presumir Andoni Ortuzar, de aliado «más leal» del Gobierno y de primer interesado en preservar la frágil estabilidad de la legislatura.
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A Sabin Etxea, como a Yolanda Díaz, no le interesa forzar la máquina hasta los extremos que están alentando Podemos y Esquerra, que persiguen a toda costa la cabeza de Margarita Robles, pero tampoco puede permanecer pasivo ante un presunto escándalo de espionaje al que el electorado vasco sí podría ser sensible. Sabin Etxea tiene claro que no puede ponerse de perfil ante 'Pegasus' pero también que el independentismo catalán es un polvorín imprevisible al que conviene no atarse y que, si está en su mano, no alentará la caída de Sánchez. De hecho, en el último Aberri Eguna ni se mencionó la palabra Cataluña y tanto ERC como Junts y la CUP se fueron a celebrarlo con EH Bildu.
Hasta que las revelaciones de 'The New Yorker' hicieron saltar por los aires las estrategias y la mal avenida pareja Puigdemont-Junqueras recuperó el protagonismo de antaño. En esa tesitura, el PNV, que sigue manteniendo una fluida comunicación con el PSOE y el ministro Bolaños, evitó ayer pedir la dimisión de la titular de Defensa, con idéntico razonamiento al que utilizó la vicepresidenta segunda. «Que dimita alguien sin que sepamos realmente lo que ha sucedido no conduce a buscar la solución del problema. Hay que saber exactamente qué es lo que ha pasado y, a partir de ahí, identificar a los responsables, y estos tendrán que dimitir», argumentó Aitor Esteban en una entrevista en TVE.
A continuación, el portavoz del PNV se fue al pleno de control, donde preguntaba a la ministra «qué artículo de qué ley» le impide dar información sobre el presunto espionaje a sesenta independentistas catalanes y vascos, salvo que España, dijo, se mueva «en parámetros más dignos de Moscú que de Madrid». Esteban desplegó su discurso más duro contra Robles y se sumó 'de facto' a la campaña de desgaste en su contra al tildarla de «mera aplaudidora de las Fuerzas de Seguridad del Estado». «¿Qué ha sido de aquella jueza progresista que era usted? Estaría absolutamente preocupada por lo que está sucediendo y no se conformaría con decir 'tenemos las manos atadas y ya veremos en la comisión de Gastos Reservados'», lamentó.
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Los jeltzales dudan muy mucho de que Sánchez vaya a entregar la cabeza de la ministra más transversal de su Gobierno, no tanto por una cuestión de lealtades sino porque podría predisponerle contra el electorado de centro al que aspira a seducir. Pero no dan por buenas las explicaciones de Robles ni se conforman con la convocatoria de la comisión de Secretos Oficiales. «Ahí nunca se ha contado ningún secreto», ironizó Esteban, que en todo caso no vincula, como sí hacen ERC y EH Bildu, el respaldo al decreto de medidas anticrisis con el esclarecimiento de 'Pegasus'.
De lo que sí advirtió es de que Sánchez tendrá «problemas» con su partido si no se investiga el escándalo y pidió «contundencia» a la ministra para llegar hasta el final. De lo contrario, dijo, el Gobierno «hará daño a la credibilidad del sistema democrático», que el PNV ve ya «absolutamente dañada». «Aprueben la comisión de investigación y desclasifiquen los documentos», exigió en tono muy duro, en otro despliegue de los equilibrios en el alambre al que le obliga esta convulsa legislatura.
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