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DAVID GUADILLA
Domingo, 24 de marzo 2019, 00:09
La imagen que acompaña esta información es al mismo tiempo el comienzo y el final de una historia. Fue el epílogo a toda una serie de conversaciones mantenidas durante meses por altos cargos del PSE y del PP para intentar alcanzar algún tipo de pacto ... que permitiese llegar a Patxi López a Ajuria Enea. El acuerdo se solemnizó con dos fotografías históricas, la que ilustra esta página -fechada el 26 de marzo de 2009, es decir, el martes hará diez años- y otra muy similar realizada días después -el 1 de abril- en el mismo escenario, el Parlamento vasco. A partir de ahí arrancó otro relato. El de un acuerdo que sacó por primera vez en la historia al PNV del Ejecutivo autónomo y el de una relación que no pudo aguantar la tensión entre dos formaciones con visiones muy diferentes.
La alianza entre socialistas y populares solo fue posible porque se dio en un contexto muy determinado. Un año antes hubiese sido imposible. La crispación entre los dirigentes del PSE y del PP era absoluta. Era la época posterior a la fallida tregua de 2006, con José Luis Rodríguez Zapatero en La Moncloa y Mariano Rajoy como líder de una oposición que acusaba a los socialistas de «traicionar» a las víctimas. El clima estaba cargado. El 7 de marzo de 2008 fue asesinado por ETA Isaías Carrasco. Rajoy y María San Gil, entonces presidenta del PP vasco, se acercaron a Mondragón. Frente al cuerpo del edil tiroteado, un alto cargo del PSE les espetó: «¡Decirnos ahora que somos traidores!». Así estaba el ambiente.
Fue un punto de inflexión. Porque a partir de ahí todo comenzó a cambiar. 48 horas después del asesinato se celebraron las elecciones generales. Volvió a ganar Zapatero y el liderazgo de Rajoy se erosionó. Los críticos se hicieron fuertes. Entre los opositores al por aquel entonces líder del PP, María San Gil. Molesta por la gestión de Rajoy, la política guipuzcoana renunció al cargo. Le relevó en la presidencia Antonio Basagoiti. Junto a él, como secretario general, Iñaki Oyarzábal. Ese cambio abrió la puerta a un pacto que, en todo caso, creció en un terreno fértil.
RODOLFO ARES | PSE
Por primera vez desde 1986 los socialistas se veían con opciones de llegar a Ajuria Enea. Las encuestas daban bien. A eso había que sumar la crisis que había abierto Juan José Ibarretxe en el PNV con su apuesta por celebrar una consulta soberanista. Josu Jon Imaz había tirado la toalla al frente del EBB y le había sustituido Iñigo Urkullu, que intentaba mantener como podía los equilibrios internos.
Faltaba por añadir otro factor: la aritmética. Ibarretxe había logrado ser investido lehendakari gracias al apoyo de la izquierda abertzale. A pesar de que ETA mataba y la izquierda abertzale no se distanciaba de la banda, el ahora director del Agirre Lehendakari Center nunca rechazó su apoyo. Pero la Justicia impidió que cualquier marca heredera de Batasuna -ilegalizada en 2003- concurriese a las siguientes elecciones, así que los números podían dar. Todos los elementos se unieron y se abrió un claro en el cielo al que se lanzaron socialistas y populares. «Fue un intento por crear una alternativa a un PNV muy radicalizado con un Ibarretxe que dividía a la sociedad», rememora Oyarzábal. «Ese pacto solo se entiende porque existía ETA y por el plan Ibarretxe y la deriva soberanista del PNV», afirma Rodolfo Ares, principal colaborador de López.
Iñaki Oyarzábal | PP
La cita con las urnas fue el 1 de marzo de 2009. A los socialistas no les fue mal. De hecho, obtuvieron su mejor resultado histórico, pero el PNV quedó por delante. Aun así, la decisión estaba tomada desde hacía tiempo. «No teníamos ninguna duda de que íbamos a impulsar el cambio», recalca Ares. Durante dos meses, delegaciones de ambos partidos mantuvieron numerosas reuniones. Al frente de las mismas, Oyarzábal y el propio Ares. Fueron citas públicas y discretas. «Nos llegamos a reunir en la habitación de un hotel», recuerda el popular.
Se superaron los escollos. No habría coalición, pero el PP se comprometía a sostener a López en Ajuria Enea. Se firmó un documento en el que se apostaba por la convivencia y por combatir con más firmeza a ETA. «El pacto buscaba impulsar todas las políticas que el Estado de Derecho nos permitía para acabar con la banda», afirma Ares. Eso se tradujo en lo que se definió como «tolerancia cero». López fue investido lehendakari el 7 de mayo en Gernika.
Las diferencias afloraron desde el primer minuto. Lo que estaba destinado a sobrevivir cuatro años aguantó tres. El 7 de mayo de 2012 Basagoiti pedía un adelanto electoral, que llegó el 21 de octubre. El PNV volvió al poder y el acuerdo por el cambio quedó en el olvido. «Lo más positivo fue la fuerza con la que el Gobierno se enfrentó a ETA», afirma Oyarzábal, quien achaca a los socialistas la «decepción» por no haber sido capaces de «consolidar una alternativa constitucionalista». «Los grandes objetivos sí se cumplieron», contesta Ares. Una década después, aquel pacto sería imposible.
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