El 20 de octubre se cumplirán diez años desde que ETA anunció el «cese definitivo de su actividad armada». La ciudadanía tanto vasca como la del conjunto del Estado español sintió un enorme alivio y recibió la noticia con satisfacción y alegría. Sentimientos que algunos ... exteriorizaron para disfrutar con otros en forma de alegría solidaria, y que otros muchos eligieron el silencio de la noche para, desde la soledad compartida con los suyos, llorar a las víctimas, recordar a los amigos perdidos o injustamente perseguidos. Sé que todo el sufrimiento padecido injustamente no tiene su origen en ETA. Soy consciente de que ha habido violencia injusta más allá de ETA, producida por grupos armados promovidos desde los propios aparatos del Estado. Como ha habido también víctimas por abusos policiales. Pero la existencia de estas otras víctimas en ningún caso puede ser un impedimento para realizar un juicio de ETA, como tampoco la persistencia durante décadas del terrorismo etarra, lo pueda ser para impedir un juicio de la violencia practicada por grupos paraestatales o por los abusos policiales.
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La decisión adoptada allá por la segunda mitad de los años sesenta de convertir a ETA en una organización con actividad armada fue una decisión equivocada, que condicionó la naturaleza y el futuro de dicho colectivo. El riesgo de la degeneración de una organización política en una militar era inherente. Con los años la degeneración se produjo y el instrumento se convirtió en un tótem y su actividad en un tabú. Características propias de una organización militarista que la convierten en la única autoridad real del complejo mundo de la izquierda abertzale, articulada sobre el binomio ETA-Batasuna. Durante más de treinta años la IA no sólo asumió este papel subordinado, sino que además teorizó que la violencia era indispensable para conseguir dos piezas básicas de su proyecto: autodeterminación y territorialidad vasca con Navarra dentro.
Existe un reproche ético a realizar a la IA por haber aceptado la lucha armada de ETA como algo necesario para su proyecto. Pero junto a ello existe también una responsabilidad exigible por no haber hecho, mucho antes, algo que estaba en sus manos hacer. Todas las estrategias y modelos de negociación ensayados, desde Argel hasta Noruega-Loiola tienen como actor principal a ETA, quedando Batasuna relegada a jugar el papel de un 'negociador aparente' sin capacidad de decisión, ni autonomía propia. Solo en 2009, especialmente tras la derrota sufrida con la sentencia del Tribunal de Estrasburgo que declaraba ajustada a derecho la ilegalización de Batasuna, se inició dentro de la IA lo que podríamos llamar una fase de asunción de responsabilidades respecto al final de la violencia. La lucha armada de ETA como instrumento para la consecución de objetivos políticos ha sido un fracaso, aunque sus consecuencias han sido letales y nefastas en términos de vidas humanas y sufrimiento. Diez años después es el momento de agradecer a todos los que contribuyeron a que ETA desistiera en su trayectoria de dolor y muerte, dejando a la sociedad vasca en paz, sin mesías ni salvadores, en la búsqueda laboriosa de su propio futuro.
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