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El brigada del Ejército Mariano de Juan Santamaría, con sus dos hijos en La Gomera. Álbum familiar
«Días antes del atentado, Mariano me dijo que le parecía que le seguían»
30 aniversario

«Días antes del atentado, Mariano me dijo que le parecía que le seguían»

El 10 de abril de 1995 ETA asesinó de un tiro en la nuca al brigada del Ejército Mariano de Juan cuando iba a su casa, en San Sebastián, para dar de comer a sus hijos

A. González Egaña

Lunes, 14 de abril 2025, 07:36

Días antes del atentado, Mariano me dijo: 'Me parece como si me siguiera alguien...'. Pensó que igual eran imaginaciones suyas, pero está claro que no lo eran». Josefina Navarro Ruiz, la viuda del brigada de Infantería Mariano de Juan Santamaría, asesinado por ETA el 10 de abril de 1995 en el barrio donostiarra de Loiola, repasa con enorme pesar sus recuerdos de aquellos días previos del atentado. 'Pepi', como le llaman su familia y amigos, habla para un medio de comunicación por primera vez en treinta años.

Aquel día, el brigada De Juan, de 37 años, casado y con dos hijos de 13 y 14 años, finalizó su trabajo pasadas las dos de la tarde en el centro de reclutamiento del cuartel de Loyola. Minutos después, el suboficial abandonó el recinto militar y enfiló la calle Sierra de Aralar para dirigirse a su domicilio. Comenzaron a seguirle en cuanto traspasó la puerta del cuartel. A la altura de una parada de autobús, un terrorista se acercó y sin mediar palabra, le disparó un tiro a bocajarro en la nuca.

El militar murió en el acto. Era la tercera víctima mortal de un total de 15 que la banda acabaría perpetrando ese año. El gobernador civil de Gipuzkoa, Juan Mari Jáuregui, señaló en el lugar de los hechos que el asesinato tenía «el mismo estilo del tiro en la nuca» empleado por ETA en los atentados contra Gregorio Ordóñez y Alfonso Morcillo, perpetrados tres y cuatro meses antes, respectivamente, por los mismos terroristas del 'comando Donosti', Juan Manuel Karasatorre, Valentín Lasarte y Xabier García Gaztelu, 'Txapote'.

La pareja vivía en San Sebastián desde hacía 18 años. Llegaron muy jovencitos, casi recién casados, se integraron rápidamente en la ciudad, hicieron muchos amigos y tuvieron dos hijos que estudiaban en el Sagrado Corazón de Mundaiz cuando ETA acabó con la vida de su padre. «Fue un golpe enorme. Es muy difícil de sobrellevar, aunque haya pasado tanto tiempo. Se lo llevaron en la flor de la vida, con 37 años. ¡Madre mía, que no era ningún delincuente ni un asesino, estaba haciendo su trabajo!», expresa desde su casa en Tremp (Lleida), su pueblo natal, al que regresó al día siguiente del asesinato.

Jóvenes patinadores se manifestaron tras el atentado.

Mariano, hijo de militar, nació en Alhucemas (Marruecos), por el destino de su padre, y vivió en Fuerteventura hasta que en 1975 se marchó a la academia de suboficiales de Tremp (Lleida). Allí conoció a Josefina y se casaron el 23 de agosto de 1978. De Juan fue destinado a Las Palmas y a Alcalá de Henares, y después eligió ir a San Sebastián. «El mar era su pasión y eso fue lo que le llevó a optar por esa ciudad. Se había criado siempre en lugares con costa y hacía pesca submarina desde muy pequeño. También era aficionado a pescar con caña. Recuerdo como si fuera hoy la cantidad de noches que pasé con él pescando en el puerto de San Sebastián», rememora Josefina.

La viuda de De Juan trabajaba como auxiliar de clínica en la residencia Zorroaga y aquel 10 de abril tenía turno de mañana. «Una de las abuelitas me llamó para que mirara la televisión. Me dijo: 'Josefina, ven, fíjate, otra vez la han vuelto a hacer'». En la televisión hablaban de un atentado y escuchó en ese momento el nombre de su marido. «Fue horrible. Salí corriendo de la residencia, mis compañeras me pidieron un taxi y no sé cómo ni en qué momento la abuelita se subió al taxi. No me di cuenta hasta que estaba llegando casi a mi casa. La mujer acabó en el sillón de mi salón y tuvo que ser atendida en el hospital tras una infortunada caída», relata.

Muy integrado en la ciudad

De Juan había salido de trabajar pasadas las dos de la tarde y, como hacía a diario, se dirigía a casa para preparar la comida a sus hijos. Vivían a tres minutos del cuartel y los terroristas conocían su rutina. «Siempre he pensado que no se protegió lo suficiente. Estoy segura de que pensó que nunca le iba a pasar nada. Yo tampoco lo pensaba», reflexiona. Su marido estaba «tan integrado» en la sociedad donostiarra, era muy deportista, presidía la Federación de Patinaje –un grupo de patinadores se manifestó tras el atentado–, se licenció en Filosofía y Letras en la Universidad de Deusto y cursaba 3º de Derecho. «Tenemos muchos amigos que aún conservamos. Nos visitan y nosotros a ellos. ¿Cómo ibas a pensar que te iba a pasar algo tan horrible? Eran cosas que ocurrían a gente con más graduación... Pero claro, mi marido era un blanco fácil y eso que nunca vestía de militar en la calle. Ese día llevaba chándal y zapatillas».

Aquel 10 de abril, los niños estaban vacaciones de Semana Santa y por la tarde se marchaban todos al pueblo. Lo hicieron, pero tras el funeral y para enterrar a su padre en el cementerio de Tremp. Dejaron San Sebastián a toda prisa. Josefina solo vuelve para visitar a los amigos.

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