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Ilustración: Rivaherrera
Estado de malestar
Opinión

Estado de malestar

Denis Itxaso

Secretario de Memoria y Convivencia del PSE-EE

Lunes, 29 de abril 2024, 16:19

Ningún buen propósito puede germinar en un ecosistema enfermo. El malestar de la vida pública, que resumiría la filósofa Victoria Camps en 1996 a propósito de la incruenta campaña de oposición desatada entonces por la derecha aznarista en el tardofelipismo, es un recurso cíclico al que se aferra la derecha cuando no detenta el poder. Esta constatación implica que la derecha política, mediática y judicial, lleva tiempo incumpliendo uno de los grandes compromisos culturales adquiridos durante la transición a la democracia, a saber, el de no arrogarse el poder de forma natural sino aceptar el juego democrático que da y quita gobiernos. La izquierda hizo otras renuncias políticas que aún hoy sigue respetando, como la forma de Estado o la amnistía de todos los actores que habían ejercido el poder durante la dictadura aceptando su paso al juego de la política democrática sin cobrarse facturas pendientes.

La reflexión provocada por el presidente del Gobierno al calor de las exóticas diligencias judiciales abiertas contra su mujer, ha surtido el efecto buscado en tanto ha logrado resituar la agenda pública en coordenadas de pura cultura democrática. El asfixiante ambiente político de insultos y difamaciones en la conversación política es el más evidente de los síntomas de todo este deterioro, pero las acusaciones de ilegitimidad de un Gobierno salido de las urnas, la obstrucción de la renovación del poder judicial, el uso abusivo y torticero de la acusación popular, las kitchen, policías patrióticas, fiscalías que afinan expedientes a demanda, o la intoxicación mediática a base de bulos y fakes, también forman parte de esta escabrosa deriva.

El anuncio de un tiempo nuevo por parte de Pedro Sánchez en el que se asuma la gravedad de toda esta decadencia política, se acompañará de una agenda de iniciativas y medidas concretas cuya eficacia, me atrevo a presagiar, sólo podrá garantizarse si es ampliamente compartida por el arco parlamentario. La derecha civilizada, ecuánime y ponderada, que haberla hayla, tiene una ocasión inmejorable de cooperar en ese deseable punto y aparte aportando sus propias ideas y propuestas que contribuyan a la titánica tarea de la regeneración pendiente. De lo contrario terminará emparentada con las familias más nihilistas y trumpistas de la ultraderecha, y escribiendo una de las páginas políticas más oscuras de su propia trayectoria. Las reacciones de empatía y complicidad anímica a que ha dado lugar la pausa reflexiva del presidente, también indican que la política no puede transcurrir ajena a los afectos, ni puede surtir sus efectos de mediación sin un clima respetuoso y de mutuo reconocimiento del adversario.

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