La democracia, como sistema de representación y gobierno, es una obra humana, no es natural ni divina, y, por consiguiente, imperfecta. De los sistemas inventados por los humanos, el democrático de corte liberal surgido de la Ilustración, es el menos imperfecto de todos ellos, el ... que mejor defiende la vida, la libertad y la dignidad de las personas. Como toda obra humana está sometida a crisis y cambios. A veces para mejorar y evolucionar, otras para lo contrario.
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Desde hace un par de décadas, especialmente desde la crisis de 2008, en las sociedades occidentales se ha ido desarrollando una crisis de legitimación del sistema, que la viven e interiorizan millones de personas. Una crisis que se expresa como desafección, como pérdida de confianza, que puede conllevar la ruptura del vínculo entre representantes y representados. El sistema democrático de la Ilustración se basa en el 'contrato social' que une al individuo con la sociedad, al ciudadano con el gobernante. Esta relación descansa en la confianza.
El modelo de gestión de la crisis de 2008 aceptó, como algo necesario, el incremento desmesurado de la desigualdad social, hasta el punto de situar en la marginalidad a amplios sectores. Éstos veían a los políticos, sin distinción, como aquellos que «decían pero no hacían», que «prometían y no cumplían». Había descontento, pero de ahí se pasó a la desafección, que incluye pérdida de confianza y descrédito. La ruptura del vínculo de confianza se hace extensible al propio sistema democrático, promoviendo y apoyando a líderes alternativos que su activo principal es presentarse como diferentes a los del «sistema» o los del «régimen».
El 'trumpismo' no se puede analizar como si fuera un fenómeno que se reduce a los caprichos y a la oratoria del líder. Es preciso analizarlo en su dimensión sociológica. Es decir, social, económica, cultural, también racial, de quienes lo apoyan, que en estas elecciones van a alcanzar la cifra de setenta millones. Ese fenómeno no se puede despachar diciendo que son los de renta alta, blancos y evangélicos. El 'trumpismo' ha calado en la sociedad estadounidense y ha provocado una enorme polarización y división. Es una amenaza real para la salud del sistema democrático de aquel país. Pero esa amenaza está también, aunque más latente, en Europa y en España. No se le puede hacer frente con 'cordones sanitarios', sino haciendo que representantes y gobernantes restablezcan el vínculo de confianza con aquellos millones de ciudadanos que dejaron de confiar en ellos y también en la democracia. Haciendo que la política sirva para resolver problemas, no para crearlos y agravarlos.
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