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La Conferencia de Presidentes, convocada por Pedro Sánchez para estudiar las medias a adoptar frente al incremento de los contagios, ha resultado decepcionante y desconcertante. Resulta decepcionante lo mal que se ha preparado y planteado por La Moncloa esta conferencia. Un órgano que con buen ... criterio se reactivó con motivo de la pandemia durante el año 2020, que se convirtió, tras las prórrogas sucesivas del primer estado de alarma, en la entidad que permitía dar cuerpo y visibilidad a la idea de la cogobernanza, como alternativa al modelo centralizador que se derivaba del «mando único». Gestionar la pandemia desde esa idea no solo es coherente con la naturaleza compuesta del Estado español, sino también lo es porque la cogobernanza solo se puede entender desde la convicción sincera de que cogobernar significa codecidir, compartir acuerdos.
Pues bien, la Conferencia de Presidentes celebrada es la antítesis, tanto en su preparación como en su desarrollo, de lo que tiene que ser un órgano que solo tiene sentido si se entiende como un espacio de diálogo, negociación y acuerdos. La conferencia del miércoles fue un desastre, pues ni se preparó el encuentro, ni hubo diálogo ni negociación. La participación de los presidentes de las comunidades ha sido esencialmente la propia de unos invitados con derecho a exponer al anfitrión lo que les gustaría, pero sin posibilidad real de codecidir ni de compartir.
Por otro lado, las medidas adoptadas por el Gobierno resultan desconcertantes, pues la única que podría tener un carácter preventivo, la obligatoriedad de las mascarillas al aire libre, es discutida por los científicos no sólo por la falta de evidencias científicas de los beneficios que produce la medida, sino también porque tiene costos importantes. El presidente Sánchez, al igual que muchos presidentes de comunidades, ha destacado como guías de actuación la «ciencia y la prudencia». No cabe más que estar de acuerdo con esa regla de oro. Es la ciencia la que nos hará salir de este túnel, aunque también es preciso afirmar que la 'verdad científica' se está construyendo poco a poco, revisando sus propias verdades anteriores, a la luz de la evolución del virus y el comportamiento de sus distintas variables. Pues bien, hagamos caso a la ciencia respecto a la falta de evidencias científicas sobre los beneficios que aporta la obligatoriedad de la mascarilla al aire libre, pues no es cierto lo que indicaba Sánchez en la rueda de prensa para justificar la medida, al señalar que «el uso de la mascarilla obligatoria en el exterior es una de las peticiones que de manera reiterada la comunidad científica siempre pone encima de la mesa». Convendría que el presidente en lugar de atribuir a la comunidad científica esa posición, ofreciera públicamente los estudios e investigaciones que respalden esa tesis. Me da que para muchas autoridades es más cómodo discutir sobre mascarillas que tener que adoptar medidas restrictivas que resultan más gravosas y difíciles.
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