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El debate de Política General celebrado en el Parlamento transcurrió respetuoso en las formas y reprodujo de manera inercial el abismo que separa al Gobierno y las fuerzas de oposición, cuando menos formalmente, pues el debate que se dio en la fase de réplica fue ... de mucha menos confrontación. El lehendakari, en respuesta a la duras críticas centradas en la figura de la 'autocomplacencia', desarrolló un discurso sólido que impactó y obligó a la oposición a adoptar una posición defensiva a diferencia de la ofensiva planteada en sus discursos iniciales.
Al margen de esta 'guerra de posiciones', llamó la atención la autocrítica con la que inició el lehendakari su discurso, una vez recordadas las 4.669 personas fallecidas en Euskadi a causa del covid. Una autocrítica efectuada en el marco del debate de Política General que es de agradecer, pues no estamos acostumbrados a que los dirigentes políticos tengan la humildad de reconocer errores o dificultades. Se debe entender esta autocrítica como un acto necesario y debido en un debate de rendición de cuentas. No hay credibilidad ni liderazgo sólido sin disposición clara a la autocrítica. Es cierto que la autocrítica habría cobrado más solidez si hubiera expuesto una relación de los problemas no resueltos y de los errores cometidos.
Por lo demás, respecto al contenido de algunas materias controvertidas, quisiera resaltar la disposición del lehendakari a trabajar un pacto educativo que podría cristalizar en torno a una ley de educación en Euskadi. Entiendo que un debate general no es el marco propicio para abordar en profundidad un asunto tan complejo, pero sí para mencionar los problemas que más preocupan. Uno de los rasgos esenciales de nuestro sistema educativo es que actualmente más del 70% de la población escolar cursa sus estudios en el modelo D. El objetivo es que ese alumnado, al igual que el de los modelos A y B, debe alcanzar al final de la enseñanza obligatoria una capacitación suficiente para la comprensión oral y lectora de las dos lenguas oficiales. No es solo un objetivo lingüístico, es un objetivo educativo de primer orden, pues en un sistema de enseñanza bilingüe articulado esencialmente en torno a una de las lenguas, en este caso el euskara, la compresión oral y lectora de esta lengua es condición 'sine qua non' para que los alumnos puedan desarrollar sus capacidades en el conocimiento y aprovechamiento de las otras materias curriculares. Los datos que se han conocido hace poco no son nuevos, se vienen produciendo en las últimas décadas, y muestran una realidad muy preocupante. Los modelos lingüísticos fueron ideados como simples instrumentos, no como fines en sí mismos, al servicio de los alumnos/as para conseguir unos objetivos determinados. Lo verdaderamente importante es comprobar si con esos instrumentos se consiguen o no los objetivos que nos hemos dado como sociedad bilingüe. Reitero, no estamos sólo ante una cuestión lingüística, sino ante un problema educativo que afecta a la igualdad de oportunidades. Merece toda nuestra atención y ojalá se alcance un gran consenso social y político en ese pacto educativo que propone el lehendakari.
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