Urgente Un incendio en un bloque de viviendas desata la alarma en Basauri

Siete años sin debate sobre el estado de la nación. Recordar lo anormal permite entender el presente. El anterior Rey había abdicado. Rajoy ganó las elecciones y rehusó la investidura. Sánchez lo intentó sin éxito con Ciudadanos. Repetición electoral por primera vez desde la Transición. ... Ciudadanos sumó ahora con Rajoy, pero no lo suficiente. Antes de repetirse la votación para la mayoría simple, el PSOE se rompió entre la vieja cultura de la gobernación y la nueva de la oposición radical a la derecha; ganó en principio la primera y, finalmente, la personificada en Sánchez, tras dramáticas elecciones internas. Rajoy salió con la abstención de los diputados socialistas y pronto descubrió que no tenía mayoría ni para aprobar un decreto ley. Mientras, se abatió sobre el país el conocimiento de su última corrupción (la del PP, particularmente) y el instante crítico del 'procés' secesionista, con intervención del Gobierno catalán mediante el 155. La Audiencia Nacional identificó al PP como «sistema de corrupción institucional» y precipitó una moción de censura. Una amalgama de fuerzas votó a favor, traduciéndose ello en la presidencia de Sánchez. Tras perder la votación de los Presupuestos se convocaron nuevas elecciones. Nueva investidura fallida y repetición otra vez de elecciones. Con los nuevos resultados, el Gobierno se compuso con amantes que se quitaban el sueño. No habían disfrutado de la intimidad cuando una crisis global pandémica lo paralizó todo. Estábamos saliendo y comenzó una guerra en Europa que mantiene la excepcionalidad.

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En siete años todo ha cambiado. Particularmente, izquierdas y derechas se odian como nunca, y pasa aquí y en todas partes. El centro ha desaparecido y los extremistas prosperan, con partidos nuevos o parasitando los viejos con sus culturas radicalizadas. Las dimensiones de los problemas no son nacionales, y los que son nacionales no pueden abordarse solo desde una parcela ideológica (la crisis institucional, la territorial, el fortalecimiento del sistema democrático, la memoria del pasado). Por eso Sánchez propone parches para una parte del país, que supone mayoritaria; también porque las medidas estructurales no las puede sacar adelante, porque son transversales y porque esa política es imposible hoy con estas relaciones entre los partidos y con la cultura cainita que se ha impuesto.

Así que vales de gasto hasta Navidad para aplacar la inflación e impuestos para los triunfadores absolutos de esta crisis con la confianza puesta en que los controles eviten que los deriven otra vez hacia el respetable. No parece que se pueda hacer mucho más y todo vuelve a recordar, claro que sí, los tiempos de Zapatero en dos cosas. La primera, en la apuesta, ahora decidida, de que esta situación extraordinaria no se cargue sobre las espaldas de los más necesitados (aunque luego sean los más pasivos para sostener electoralmente a los partidos que lo hacen). La segunda, en la actitud de la derecha que repite lo de entonces: esperar a ver cómo su contrario se cuece en su propia salsa (y el país con él) hasta que por inevitabilidad le deje otra vez el sitio. ¿Qué harán luego? Lo de antes: esperar que el mundo se arregle, que Europa nos siga echando un cable y que los problemas locales estallen, 'ma non troppo' para nuestros intereses: el poder.

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