«A mi cuñado le mató ETA y yo me salvé de milagro años después»

Hay decisiones que nos cambian la vida y se toman de un modo banal, sin ninguna solemnidad. Es la historia de Martín Durán, aquel joven portugalujo que trabajaba de químico en la Unquinesa a principios de los años 70. Cuando le llegó la carta de incorporación al servicio militar no tuvo que pensarlo mucho. Era hijo de Reyes, un Guardia Civil del cuartel de Erandio que había fallecido un año antes, así que decidió hacer la mili en el Cuerpo, una posibilidad que se ofrecía a los familiares directos. Duraba tres años pero tenía la evidente ventaja de que, durante ese periodo, se percibía el sueldo de guardia. Además, por las tardes, podía hacer unas horas en la empresa de químicos. La familia estaba pasando estrecheces desde la muerte del padre, así que aquella se antojaba como la mejor opción. Martín había completado poco más de un año de mili cuando ETA le mató durante un tiroteo el 11 de septiembre de 1974.

El joven químico tenía dos hermanas: Milagros y Gloria, ambas ya fallecidas. El marido de Milagros, Avelino Anello, cuenta hoy la historia de Martín por primera vez. Se acaban de cumplir 50 años de su muerte durante un tiroteo con unos etarras. «En la Guardia Civil se acababa de crear un grupo antidroga que era una extensión del grupo fiscal. Estaba allí un tal Pajares, que era cabo primero, y allí entró Martín», cuenta su cuñado Avelino, que trabajaba también en el Instituto Armado. «El grupo de información les pidió a los de antidroga que vigilaran un piso en Bilbao. Ellos llevaban varios días allí y no pasaba nadie», añade. Estaba situado en el número 59 de la calle Doctor Areilza y sospechaban que ETA lo utilizaba como piso franco.

En la mañana del 11 de septiembre de 1974 se rompió la aparente calma de aquel piso franco, donde la Policía había encontrado armas, munición y matrículas falsas. «La cosa estaba tranquila y Martín había bajado a por unos bocadillos a un bar cercano», cuenta Avelino. María Isabel González Catarain, la hermana de 'Yoyes', fue la primera en llegar y fue arrestada de inmediato. Portaba en el bolso un arma que, según explicó a los agentes, era para su hermana, por entonces responsable de un comando en la capital vizcaína, según el historiador Gaizka Fernández Soldevilla. Poco más tarde aparecieron dos etarras más y uno de ellos logró escapar tras mantener un tiroteo con Martín Durán, que estaba regresando en ese momento. «Tuvo mala suerte porque, como había bajado a por la comida, se encontró al volver en medio del tiroteo. Hirieron también a una vecina», explica Avelino. Martín Durán, de 21 años, soltero y con novia, se desplomó en medio de la calle. Tenía dos impactos de bala, uno en el vientre y otro en la pierna. «Le trasladaron grave al hospital militar y murió allí unos días después», el 15 de septiembre de 1974.

Durante su huida, uno de los etarras pidió sin éxito que le dejaran ocultarse en un domicilio cercano al del tiroteo. Vidas Rotas, de Florencio Domínguez, apunta que el miembro de ETA que logró escapar, Juan José Urcelay, murió horas después en Zorrotza en un tiroteo con la Guardia Civil cuando iba a ser arrestado.

Tras perder a Martín, su madre y sus dos hermanas se fueron a vivir juntas. Decidieron quedarse en el País Vasco y nunca se marcharon. «Eran tiempos duros», reconoce Avelino. Él mismo se convirtió en objetivo de la banda, sin saberlo, años después. «Yo me salvé de casualidad, de milagro. Uno de los que iban a matarme jugaba conmigo a las cartas todos los días», cuenta. Avelino vivía en el cuartel de Erandio y solía echar la partida, sin saberlo, con «uno de los etarras del comando que luego secuestró al padre de Julio Iglesias». Lo supo cuando les detuvieron. «Tenían mis datos y me tenían de reserva. Para cuando les dieran la orden». Esa vez, hubo suerte.

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