El Euromillones del viernes: comprobar resultados del 31 de enero

El PP escribió ayer el penúltimo renglón de un monumental fiasco político. El guion lo empezaron a escribir Pablo Casado y su equipo. Pero ha sido a Alberto Núñez Feijóo a quien le ha tocado llevarlo adelante, cuando aún no ha tomado posesión del liderazgo ... conservador, con un doble para evitarle parte de los rasguños de tan delicada operación: el presidente castellanoleonés, Alfonso Fernández Mañueco.

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La película la conocen. El político conservador gobernaba cómodamente la región, en coalición con Cs, cuando Casado tuvo la desafortunada idea de adelantar los comicios en busca de una mayoría absoluta que impulsaría la recta final de su carrera hacia la Moncloa. No hubo mayoría absoluta. Casado fue defenestrado con inusitada rudeza por los barones populares. Y Mañueco se vio ante la tesitura de aceptar las exigencias de la ultraderecha -entregarle la vicepresidencia de su gobierno, tres carteras y la presidencia del Parlamento regional- o volver a colocar las urnas. Ayer, en el descuento, llegó el pacto.

Pretender que todo ha sido cosa de Mañueco suena a tomadura de pelo. Feijóo debía decidir entre aceptar que Castilla y León tenga el primer gobierno de coalición PP-Vox -en Andalucía, Murcia y Madrid los populares tienen acuerdos de gobernabilidad con los de Abascal, pero éstos no han tocado poder- o que se repitieran los comicios. Vox terminó ayer de doblar el brazo al PP, que aceptó todas sus exigencias.

Así el ciclo Feijóo, que se anunciaba y se anuncia más centrado que el de Casado y más propenso a los pactos de Estado con el PSOE -si es que Sánchez se muestra proclive a ellos, lo que está por ver-, arranca con una pesada losa encima. Y es que ni en España ni fuera de aquí es algo baladí haber aceptado que su partido cogobierne con la extrema derecha la región más extensa, que no poblada, de la UE.

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No parece la mejor tarjeta de presentación para el nuevo líder del PP de cara a su objetivo de ensanchar el espacio político de su partido. Tampoco para ir tendiendo puentes con el nacionalismo moderado, previsiblemente imprescindible por mucho tiempo para alcanzar La Moncloa. Pero Feijóo va a disponer de margen para colocarse y colocar a su partido. Para definir sus relaciones o sus no relaciones con Vox. Para demostrar si lo de ayer es la excepción o puede ser la regla.

La próxima cita electoral será en Andalucía. Sánchez tiene un grave problema con sus socios, como se ha vuelto a comprobar desde que arrancó la invasión de Ucrania. Pero aún así, y España será el anfitrión de la próxima cumbre de la OTAN de junio, es del todo improbable que el presidente ponga a UP de patitas en la calle. A fin de cuentas, en el día a día votan lo que ordena Sánchez y cuando hay temas delicados, el presidente les ignora. Con ello, de paso, da tiempo a Yolanda Díaz y su 'nonnato' Frente Amplio.

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