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Cataluña padece desde hace varios años una profunda crisis política que divide a la población en dos mitades. La confrontación principal se da entre los que promovieron la estrategia unilateral del 'procés' y los que se opusieron a la misma, incluida la fuerza represiva del ... Estado, que tuvo su máxima expresión en la respuesta policial, cuyas imágenes reproducidas en los medios de comunicación de medio mundo dejaron las credenciales democráticas del Estado español muy tocadas.
Dos concepciones cerradas y petrificadas del principio democrático y del principio de legalidad se convirtieron en auténticas ruedas de molino colgadas del cuello de los catalanes. El unilateralismo sacralizó el principio democrático, aunque para ello sacrificó el principio de legalidad. El unionismo, por su parte, sacralizó el principio de legalidad, aunque para ello sacrificó el principio democrático al ignorar la voluntad de una mayoría muy cualificada de catalanes que demandan un cauce legal para celebrar un referéndum.
Las heridas siguen abiertas a día de hoy, y parte de las secuelas se están reproduciendo en cada bloque. El unionismo no constituye a día de hoy una referencia homogénea, mostrándose incapaz para ofrecer una alternativa que sea respetuosa con la voluntad mayoritaria. El independentismo atraviesa desde hace un par de años una profunda crisis que no solo se refleja en la disputa descarnada por la hegemonía entre JxCat y ERC, sino que atraviesa también de lleno el mundo convergente, habiéndose convertido Puigdemont en la figura que condiciona la estrategia a corto y medio plazo del independentismo.
ERC necesita liberarse de ese 'lazo amarillo' que le ahoga y limita su capacidad de liderazgo para poner en marcha una nueva estrategia. Para ello necesita que se celebren cuanto antes los comicios y ganarlos. El expresident, conocedor de la situación, no quiere elecciones y precisa llegar a ellas tras una agudización de la crisis en su vertiente de enfrentamiento con el Estado para poner de relieve que la vía del diálogo de ERC es una vía fracasada, quedando como única alternativa real frente a la 'vía represiva del Estado' la desobediencia civil e institucional: «La calle no quiere elecciones». Es su eslogan.
En estas circunstancias, la probable inhabilitación de Torra por el Supremo se convertirá en un factor muy importante para la agudización de la crisis catalana. Todos los partidos, salvo Cs que se opone, han pedido a Torra que convoque las elecciones antes de la sentencia del Supremo. Él sabe que va a ser inhabilitado, pero no piensa adelantarse y convocar comicios como había prometido en enero. La inhabilitación es un factor necesario para la estrategia de los nuevos insumisos. Se juega al 'cuanto peor mejor', aunque para ello se introduzca a Cataluña en un 'agujero negro', sumido en la interinidad presidencial y gubernamental. Ciertamente un clima propicio para tiempos de pandemia.
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