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ADOLFO LORENTE
Viernes, 11 de enero 2019, 01:23
Cuando se habla de la política española, Europa sigue siendo la mejor excusa o el argumento idóneo para defender un ideario. Bruselas infunde respeto, impone. Es muy probable que Emmanuel Macron jamás haya visitado Andalucía, pero su nombre ha estado muy presente en las ... negociaciones para formar Gobierno. Que si el presidente de Francia advierte a Ciudadanos de que no debe pactar con Vox, que si la UE está aterrada con lo está sucediendo en España con la inesperada resurrección de la extrema derecha... Sin embargo, la realidad comunitaria denota que lo que está pasando ahora en Andalucía es rutina, nada excepcional, de ahí que el 'argumento Europa' queda bastante descafeinado.
«Es muy común. Todo se debe a la ignorancia que existe sobre el tema en España», asegura Ignacio Molina, profesor de Ciencia Política en la UAM e investigador principal del Real Instituto Elcano. De los 28 Estados miembros, hay tres países (Portugal, Irlanda y Luxemburgo) donde la ultraderecha es insignificante y en solo dos, Alemania y Francia, existe un 'cordón sanitario' para no pactar con estos partidos. «Se debe a cuestiones culturales históricas muy arragaidas», explica. También Suecia, abocada a repetir elecciones porque los socialdemócratas y los partidos de centro, no así la derecha, rechazan llegar a posibles acuerdos con la ultraderecha. A partir de aquí, hay barra libre en casi todos los Estados.
Uno de los argumentos para presionar a Albert Rivera era recordar lo difícil que iba a tener «explicar en Europa» el acuerdo a tres bandas en Andalucía pese a no sentarse en la mesa con el partido de Santiago Abascal. No hay que olvidar que Ciudadanos pertenece a la familia de los liberales europeos, ALDE, la misma a la que pertenece Macron y que aglutina a media docena de jefes de Estado y de Gobierno en la UE.
Pues bien, ayer, el jefe de filas de ALDE en el Parlamento Europeo, el belga Guy Verhofstadt, acabó con las dudas de un plumazo. Lo hizo a través de Twitter y en castellano: «Contento de ver a Ciudadanos en el Gobierno de Andalucía con un programa centrista y reformista y sin concesiones ni acuerdos con Vox. Se abre una oportunidad histórica para la regeneración y modernización de esa gran tierra, ¡Ganan los andaluces y todos los españoles!».
Al margen de Hungría o Polonia, quizá los dos ejemplos más llamativas donde los ultras o el también llamado «nacionalpopulismo» de derechas mandan y mucho son Italia y Austria, dos de las grandes potencias del club. En el primer caso, su principal exponente es el viceprimer ministro y titular de Interior, Matteo Salvini, líder de la Liga Norte.
Austria, país que el semestre pasado ostentó la presidencia de turno de la UE, está gobernada por una coalición liderada por el conservador Sebastian Kurz, de 31 años. Es europeísta, pero tiene un discurso durísimo en materia migratoria. Entre otras cosas, porque es primer ministro gracias al apoyo de la extrema derecha del Partido de la Libertad, que logró el 26% de los votos. Es como si el PP gobernase España y el vicepresidente de Pablo Casado fuese Abascal.
En lo relativo a los nórdicos, siempre una referencia en el debate político español, los primeros ministros de Finlandia y Dinamarca conocen de primera mano lo que significa gobernar con y gracias a la extrema derecha, respectivamente. En el primer caso, están en el Gobierno. En el segundo, son el apoyo clave. Y al igual que Rivera, ambos líderes también forman parte de la familia liberal en la que se encuentra Macron. Lo mismo que el holandés Mark Rutte, primer ministro que en su primer mandato cogobernó con el xenófobo Geert Wilders, aliado en Bruselas de Salvini y la ultra francesa Marine Le Pen.
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