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Alerta roja en los cuarteles generales de PNV y PSE. Lo que se anticipaba como un acuerdo cantado tras una negociación relativamente plácida entre dos fuerzas políticas que ya comparten tareas de gobierno en diputaciones, ayuntamientos y en el Ejecutivo de Vitoria empieza a torcerse ... y podría incluso encallar si nadie lo remedia antes. La ejecutiva de los socialistas vascos admite ya sin rodeos que la reedición de su pacto global con los jeltzales está en peligro y contempla incluso que sea imposible firmarlo antes de la jornada en la que se constituirán formalmente todos los ayuntamientos de España, el próximo sábado. El PNV guarda oficialmente un mutismo absoluto sobre el proceso que el EBB dio por abierto el lunes -«es lo mejor si queremos que vaya bien», justifican-, aunque otras fuentes en el partido reconocen que podrían no darse las condiciones para escenificar la 'foto de familia' antes del 15 de junio.
El motivo, el áspero conflicto desatado en Irún, donde el candidato del PNV a la Alcaldía, Xabier Iridoy, se niega a acatar la regla básica del pacto, la de apoyar al socio cuando sea la fuerza más votada, e insiste en que, pese al nítido triunfo del socialista José Antonio Santano, presentará su candidatura, que tiene posibilidades de prosperar si EH Bildu y Elkarrekin Podemos la apoyan.
El asunto no es menor, ni mucho menos, ni se circunscribe al ámbito estricto de la localidad fronteriza. En realidad, interpela directamente a Sabin Etxea y a su capacidad para embridar al candidato 'rebelde' y, por ende, a la ejecutiva guipuzcoana de Joseba Egibar, que ya hace cuatro años, en 2015, se mostró incapaz de garantizar el cumplimiento de la entente en Andoain. Aquella localidad guipuzcoana fue entonces el foco de tensión: uno de los miembros de la lista jeltzale se negó a avalar a la candidata del PSE a la Alcaldía y la makila cayó en manos de EH Bildu, en una plaza además simbólica por haber sufrido como pocas el embate del terrorismo. La jugada tuvo consecuencias inmediatas y el PSE se negó a entrar en el Ejecutivo municipal de Gorka Urtaran en Vitoria, que se vio obligado a aguantar un año en exigua minoría.
Los 'borrones' que empañaron el acuerdo de 2015 han dejado poso en los socialistas. Llueve sobre mojado y el PSE es tajante: no admitirá «excepciones» al acuerdo global ni firmará nada que no hayan avalado previamente sus bases, como es preceptivo según los estatutos del PSE y como la propia secretaria general, Idoia Mendia, prometió a la militancia en el último comité ejecutivo. Y ahí llega otro problema, y no pequeño. La obligatoriedad de celebrar esa consulta interna acorta considerablemente los plazos. Fuentes de la ejecutiva socialista apuntan que necesitarán «como mínimo» tres días para organizar la consulta, lo que, si se quiere escenificar la 'fumata blanca' como muy tarde el viernes -hace cuatro años también hubo que esperar a la víspera de la constitución de los consistorios-, obligaría a cerrar el acuerdo el lunes. De lo contrario, admiten en el PSE, se abriría un escenario de «incertidumbre» difícil de calibrar, aunque ambos socios conceden la posibilidad de rubricar el pacto a posteriori, un escenario indeseado. A favor, que no existen alternativas reales a la entente.
«Es que aún no ha existido negociación como tal», lamentan los socialistas, que quisieron ayer presionar también en público a sus socios. Fue a través de una voz muy autorizada dentro del PSE, la de su presidente y 'hombre fuerte' en el Gobierno vasco, Iñaki Arriola, durante años también líder del partido en Gipuzkoa, y además en Irún, a donde acudió a la inauguración de una feria. Arriola fue claro y advirtió de que no se podrá avanzar en las negociaciones sin un compromiso de «respeto mutuo» a la lista más votada como punto de partida. «El interés general debe estar por encima de rabietas personales», advirtió.
Mientras tanto, el PNV admite en privado que el asunto es peliagudo. El enconamiento viene de la pasada legislatura, cuando Santano destituyó a Iridoy como responsable de Urbanismo entre insinuaciones sobre presuntas irregularidades. La tempestad, lejos de amainar, arrecia, pero, aun así, distintas fuentes jeltzales confían en que lograrán controlar el incendio e impedir que se presente. «Se impondrá el bien superior», pronostican. Porque, si se lanza a la piscina, no descartan que la izquierda abertzale y los morados pudieran apoyarle con el único objetivo de «desestabilizar» la coalición PNV-PSE en plena antesala de las autonómicas, con el suspense añadido de si Pedro Sánchez contará con el PNV para la gobernabilidad o logrará, como temen los jeltzales, el favor de Cs.
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