Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
Podemos es una de esas excepciones que de cuando en cuando asoman en política. Uno de esos contados casos -como el de Berlusconi en Italia o el de Macron en Francia- en los que se recoge un importantísimo respaldo popular en un brevísimo espacio ... de tiempo y sin demasiados argumentos.
Pues bien, la formación acaudillada por Pablo Iglesias parece ahora dispuesta a repetir la historia pero al revés. De cómo dilapidar aún más apoyos y frustrar las esperanzas depositadas en su proyecto por muchos ciudadanos a la velocidad de la luz.
El divisionismo ha sido una de las señas de identidad de la izquierda. Basta con repasar la historia de los partidos en nuestro país desde el restablecimiento de la democracia. El centroderecha ha permanecido unido en torno al PP desde los años 80 hasta la reciente aparición de Ciudadanos. En cambio el campo progresista ha sido escenario de numerosas escisiones y deserciones, y los votantes siempre han tenido al menos dos siglas entre las que elegir: la del PSOE y otra.
Podemos no supo encajar en su día su éxito a las primeras de cambio. Se vio a las puertas del cielo e Iglesias quiso imponer al PSOE un frente de izquierdas según sus condiciones que, en el despropósito de los despropósitos, hizo públicas antes de hacérselas llegar a su eventual aliado. ¿Resultado? La vieja guardia socialista forzó la dimisión de Pedro Sánchez antes de apoyar la continuidad de Rajoy en La Moncloa, como le reclamaba todo el establishment español y europeo.
Pero, además, el líder podemita, en lugar de ser consciente de que la suya era una fuerza de aluvión, y apostar de entrada por una integración que ya se iría depurando con el tiempo, impuso el conmigo o contra mí. Ganó el cónclave de Vistalegre II, pero Podemos inició una cuesta abajo que no se ha detenido. Pese a la debilidad del PSOE y a un PP cada vez más desgastado.
Descapitalizados como organización de ámbito estatal, tras entregar prácticamente Valencia a Compromís, Galicia a En Marea, Andalucía a los anticapitalistas y Cataluña a Ada Colau y sus comunes, los morados se juegan buena parte de su ser o no ser en las eleccionse locales de 2019, en especial en Madrid.
Todo apuntaba a que las cartas para esa partida se llamaban Manuela Carmena, para la Alcaldía de la capital, una independiente que nunca se ha sentido cómoda ni con Iglesias ni con los suyos. Y el gran perdedor de Vistalegre II, el 'exnúmero dos' del partido, Íñigo Errejón. Y digo lo de apuntaba porque, aunque sigue siendo el ticket más probable, la situación ha vuelto a envenenarse.
Primero porque Iglesias ha llamado la atención en público a Errejón por exigir una candidatura a su gusto. Segundo, porque ayer se supo que otra fundadora del partido caída en desgracia por denunciar los coqueteos podemitas con el independentismo, Carolina Bescansa, ha respondido a la oferta de Errejón de incorporarse a su plancha, con una propuesta para desbancar a Iglesias del liderazgo. Y porque también ayer se supo que el PSOE sondeó hace unos meses a la alcaldesa Carmena por su disposición a ser su cabeza de lista.
De nuevo convulsión, conspiraciones y traiciones en Podemos. El peor argumento para recuperar el terreno perdido. Y el movimiento del PSOE, otra losa para futuros pactos.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Fallece un hombre tras caer al río con su tractor en un pueblo de Segovia
El Norte de Castilla
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.