![Condición de posibilidad](https://s3.ppllstatics.com/elcorreo/www/multimedia/202105/06/media/cortadas/aulestia06-kmNG-U140277797521mBE-1248x770@El%20Correo.jpg)
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Las izquierdas se han retratado en las elecciones a la Asamblea madrileña. El PSOE de Sánchez ha sido víctima del tacticismo con que decidió modificar a su favor el panorama autonómico, impulsando mociones de censura en Murcia, Castilla y León, y probablemente en Madrid. La ... avaricia ventajista rompe el saco, aunque se disimulen las intenciones. También por eso los socialistas afrontaron los comicios del 4-M sin una estrategia precisa, desconcertados. No era el escenario que esperaban, porque creían poder dibujar el futuro. Y la convocatoria de Ayuso, totalmente previsible, les cogió desprevenidos. Luego vino el manejo desordenado de la situación, desechando a Iglesias en busca del voto de Ciudadanos, cuando los sondeos indicaban que esa era una misión inútil, para acabar reclamando el favor de Unidas Podemos.
Las izquierdas se conciliaron para evitar lo peor: enfrentarse en una pugna entre ellas que ahuyentara a su público. Pero eso mismo las arrastró al terreno de la confrontación simulada entre fascismo y comunismo. El enfrentamiento en Vallecas en un acto de Vox, las amenazas de muerte contra Iglesias, Marlaska y Gámez, y las provocaciones en antena de Monasterio pusieron la campaña a merced de Ayuso por incomparecencia de ésta. E hizo trizas lo poco que el PSOE pudiera presumir de estrategia. Quedaron a flote, con todo merecimiento, Mónica García y Más Madrid, reivindicando a la «izquierda de lo importante». Como un náufrago que se negara a ahogarse solo, el líder en retirada de Unidas Podemos se empeñó en compartir su suerte con las otras izquierdas. Lo confesó todo al final, con ese «ahí os quedáis», reconociendo que había conseguido movilizar a los adversarios de la derecha, después de empecinarse deliberadamente en ello durante días.
La política democrática, que impone evaluaciones electorales a cada rato, aboca a sus actores a enfrentarse a encrucijadas imposibles. Las izquierdas de Madrid se aferrarán ahora a que dentro de dos años no habrá pandemia, y entonces Ayuso tampoco podrá presentar como virtud exclusiva ir de bares. Con el escrutinio del 4-M nos hemos olvidado de la divisoria entre democracia y fascismo. Y es posible que las izquierdas dejen de publicitar los peligros que encierra Vox sin combatirlos puntualmente. Tampoco la Kamala Harris del socialismo madrileño aguantó más de una horas en la imaginería de campaña. Como el nombramiento virtual de la ministra Reyes Maroto a cargo de la economía autonómica. En la aventura de Madrid las izquierdas han perdido trascendencia. Se les ha perdido respeto porque han caído en la trampa del tremendismo populista. Y el respeto del público es 'condición de posibilidad' en política, como diría Pablo Iglesias.
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