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Durante las más de dos décadas que Nicolás Redondo Urbieta estuvo al mando de UGT, mantuvo un liderazgo indiscutible que contribuyó de forma poderosa a ... encarrilar en España una democracia joven recién salida de la dictadura. Y lo hizo desde una doble vertiente: desde la sindical, como líder del entonces casi centenario sindicato socialista, y desde la política, al ceder el bastón de mando del PSOE al joven abogado laboralista Felipe González en el congreso del partido celebrado en la localidad francesa de Suresnes en 1974.
La fusión en 1977 con el sindicato USO, que comandaba el guipuzcoano José María Zufiaur, reforzó a la central socialista, que, en competencia con CC OO, fijaría las bases para expandir en España el movimiento obrero recién legalizado.
Hijo de sindicalista y curtido en las luchas obreras de la Margen Izquierda contra la dictadura, Redondo se apoyó desde su elección como secretario general de UGT en 1976 en un grupo de líderes sindicales vascos que contribuyeron al crecimiento y estabilización de la central.
Antón Saracibar y el citado Zufiaur, primero, y Alberto Pérez, más adelante, fueron, entre otros dirigentes, su guardia de corps, con una interlocución en un principio privilegiada con el Gobierno socialista de Felipe González.
Redondo dirigió con mano firme la organización desde una integridad ideológica pétrea, que sería la causa al fin de su ruptura con Felipe González. Así, protagonizó una de las dimisiones más sonadas de la política española desde la Transición al renunciar, junto a Saracibar, a su cargo de diputado del PSOE en rechazo al proyecto de Presupuestos Generales del Estado de 1988. En diciembre de ese año convocaría la primera huelga general contra un Gobierno socialista y abriría la vía a la autonomía sindical al separarse del partido. Un paso que otras centrales darían más adelante.
Ya en la recta final de su mandato, su trayectoria se vio ensombrecida por la quiebra en 1993 de la Promotora Social de Viviendas (PSV), proyecto cooperativo de UGT que pretendía dotar de viviendas a miles de afiliados y simpatizantes. La iniciativa salió mal, pero ante la quiebra de la sociedad no dudó en hipotecar al sindicato para devolver a todos los afectados los ahorros depositados en esa iniciativa. En 1994, a los 67 años, dejó el cargo, que pasó a manos de Cándido Méndez.
Tres décadas de jubilado alejado de los focos de la actualidad han contribuido a afianzar una trayectoria de integridad y sin dobleces. Durante este tiempo ha trabajado desde la Fundación Largo Caballero, de UGT, en estudios para la central sindical y la elaboración de sus memorias.
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Silvia Cantera, David Olabarri y Gabriel Cuesta
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