Si toda la humanidad consumiese como la sociedad española harían falta dos planetas y medio para satisfacer sus necesidades. Esta frase se puede encontrar en el extenso, serio y brillante análisis prospectivo con el que el Gobierno ha situado a España en 2050. La verdad ... es que nunca el futuro había ocupado la primera posición en la agenda mediática con tanta fuerza como estos días. Todos los actores políticos, los medios de comunicación más relevantes y las comunidades más influyentes volcaron su conversación hacia el 2050 en la última semana.
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La ilusión sobre la calidad del debate y su efecto beneficioso en la ciudadanía desapareció antes de que estuvieran disponibles sus más de 600 páginas. El documento fue destruido y ridiculizado por la oposición política y mediática, el debate se alejó de los retos de futuro más importantes para nuestro país y los objetivos de Estado se trataron como propaganda del Gobierno. Y si no lo han hecho suyo todas las fuerzas políticas difícilmente se podrá apelar a la necesaria e imprescindible colaboración ciudadana para el cambio cultural que se requiere para enfrentarnos a la crisis climática que condiciona nuestro futuro.
En el presente, las colas en Primark, una cadena de moda rápida y barata que abría su primera tienda en el centro de Bilbao eran kilométricas. Son las mismas colas de hace diez años en Edimburgo, de hace seis años en Madrid, de hace un año en Tarragona. En el documento prospectivo del Gobierno español se señala que en los países europeos se compra en la actualidad un 40% más de prendas de vestir de las que en 1996, lo que ha contribuido a aumentar drásticamente la huella ecológica del sector textil.
Si la ciudadanía, por ejemplo, sigue haciendo colas para comprar prendas baratas que no necesita será imposible alcanzar los objetivos que buscan convertirnos en 2050 en una sociedad neutra en carbono, sostenible y resiliente al cambio climático. Esta Estrategia Nacional de Largo Plazo podría ser una oportunidad para debatir el futuro con la ciudadanía, para consensuar compromisos personales, para que legitimemos esos cambios culturales necesarios.
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Los ciudadanos tienen que ser interpelados en este tipo de proceso prospectivo. ¿Cuánta ropa necesitas? ¿Quién hace tu ropa? ¿Con qué materiales se hace? ¿Cómo se transporta? ¿Cúanto te dura? ¿Dónde va la ropa que se fabrica y no se vende? El diseño del futuro no se puede hacer con gobernanza del pasado desconectando a los expertos de los ciudadanos. Cómo comemos, cómo vestimos, cómo nos calentamos, cómo nos desplazamos... depende también de nuestras decisiones.
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