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IVÁN ORIO
Sábado, 27 de julio 2019, 01:47
Sólo veinticuatro horas después de la investidura fallida de Pedro Sánchez y con el escenario político revuelto en Madrid, la secretaria general del PSN, María Chivite, cerró ayer un acuerdo con Geroa Bai y Podemos para convertirse en la próxima presidenta de Navarra. Si las ... bases de las tres formaciones dan el visto bueno al pacto –algo que se da por hecho– y, lo más importante, si EH Bildu al menos se abstiene en el pleno de investidura –previsto para el 1 o 2 de agosto–, la dirigente socialista estará al frente de un Gabinete con trece consejerías. Ocho serán gestionadas por el PSN, cuatro por la coalición en la que está ingregado el PNV y una por el partido morado. Sus escaños y el de Ezkerra suman 23 frente a los 20 de Navarra Suma, lo que obligará a Chivite a un ejercicio permanente de negociación para asegurar una gobernabilidad en minoría y siempre bajo la amenaza de la desestabilización.
Ha costado, y mucho, llegar a este punto. Las presiones internas y externas a las que ha tenido que hacer frente el PSN, y la exigencia tanto de Geroa Bai como de Podemos de integrar el Gobierno, han tensado tanto la cuerda que en muchos momentos de las conversaciones ha estado a punto de romperse. Incluso ayer la tensión fue palpable en la reunión de más de tres horas que mantuvieron los tres partidos en el Parlamento de Pamplona –Ezkerra también acudió al encuentro, pero se marchó cuando el fondo de la cita era ya la configuración del Ejecutivo–. Las caras de los interlocutores en el receso de la reunión de ayer no auguraban el consenso. Las tiranteces por las reclamaciones de Podemos llevaron la minicumbre al límite, pero Chivite acabó cediendo y los morados dirigirán Políticas Migratorias y Justicia.
A la entente formada por UPN, PP y Ciudadanos, ganadora de las elecciones autonómicas, la pretensión de la líder del PSN de frenarles en seco les cogió de inicio con el paso cambiado y, para cuando quisieron reaccionar, la posibilidad era ya un hecho y el camino estaba desbrozado. Incluso los regionalistas llegaron a ofrecer a Sánchez los votos de sus dos diputados si ordenaba a los socialistas que se echaran a un lado para que Navarra Suma gobernase la comunidad foral. Por si había alguna duda, el presidente en funciones la disipó el martes en el debate de investidura en la Cámara baja cuando respaldó a Chivite –presente en el hemiciclo– en su intento de formar un gobierno «progresista».
Los socialistas insisten en que no han negociado ni negociarán con Bildu para garantizarse su abstención. Pero tendrán que hablar con la izquierda abertzale porque, si el tripartito gobierna, también la necesitarán para que sus iniciativas prosperen. El apoyo en diferido de la coalición soberanista se da prácticamente por hecho. Ya se abstuvo en la investidura de Sánchez y éste le concedió legitimidad.
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