Todo es cháchara
Análisis ·
Aunque la presente incertidumbre requiera de serena y profunda reflexión, todo es objeto de cháchara que salta de uno a otro asunto sin detenerse en ningunoAnálisis ·
Aunque la presente incertidumbre requiera de serena y profunda reflexión, todo es objeto de cháchara que salta de uno a otro asunto sin detenerse en ningunoSeguro que el retorno del rey, tras dos años de ausencia, estará hoy en boca de todos. Portada en diarios de papel y apertura en medios audiovisuales. Comentarios de la gente al comprar el pan o en el café matutino. No es para menos. No ... ocurre todos los días que un monarca, tras haber abdicado sin decir por qué y haberse ido «a la francesa», vuelva a su país con la frívola y caprichosa excusa de una regata. Charlas habrá habido subidas de tono en acalorada discusión. Sin llegar a las manos, en todo caso. Un viva al Rey, acá, y otro a la República, allá, habrá sido lo más exaltado. Pura cháchara de desahogo. Nada, por supuesto, de un nuevo 14 de abril. ¡Hasta ahí podíamos llegar!
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Es el espíritu de los tiempos. Raro es el asunto, por relevante que sea, que dure hoy en la conversación más de un par de días y no sea arrumbado por otro de idéntica relevancia y destino. Sea por la vertiginosa rapidez con que se suceden los hechos o por la ligereza con que los tratamos -características ambas de los tiempos que corren-, el caso es que todo fluye sin dejar huella ni producir el más mínimo efecto. Lo grave y lo liviano recorren idéntico trayecto, y lo que merecería seria y profunda discusión recibe el mismo trato que la anécdota o el chascarrillo. Las tertulias han desplazado el debate y la cháchara, la conversación. Repase lo ocurrido este último mes y podrá comprobarlo.
En contraste, los acontecimientos que estamos viviendo en el mundo y, por ende, en el país anuncian el inicio de un nuevo ciclo que, si por algo habrá de caracterizarse, será por la incertidumbre y las expectativas más inquietantes. Hablan éstas de guerras de incierto desenlace y gravosos efectos, de larga crisis económica, de hambrunas y pobreza, de desigualdades y revueltas sociales, de catastrófico cambio climático, de transformaciones que apenas podremos manejar. Y, para colmo, líderes políticos de escasa solvencia y dudosa fiabilidad, con instituciones democráticas amenazadas, harán aún más tenebroso el panorama. Son, pues, asuntos que demandan, más que charletas y tertulias, sesudas conversaciones.
Momentos ha habido en el pasado del país en que la gravedad de la coyuntura también requería conversaciones de las llamadas nacionales. Y logramos tenerlas. Sin ir más lejos, en la Transición, cuando tanto los Pactos de la Moncloa como el proceso constituyente en su conjunto exigieron sesiones que nada tuvieron que ver con charletas de café. Y aquí, entre nosotros, los vascos, el diálogo que culminó en el Pacto de Ajuria-Enea sería otro añorado ejemplo de lo mismo. Tanto aquellos primeros como éste último tuvieron efectos duraderos e importantes. No consistieron en un 'do ut des' en el que el acuerdo surgiera de cesiones que cada interlocutor hiciera para complacer al rival y salir del paso. Fueron, más bien, procesos de intercambio de posturas y argumentos de parte que, una vez razonados y debatidos, acabaron siendo asumidos por todos y por todos compartidos. La instauración de la democracia y la lucha frente al terrorismo requerían que así fuera, y cada uno lo hizo a su modo y en su medida.
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La vuelta a esos viejos tiempos -el abandono de la cháchara por la conversación- no es que no la pida la nueva coyuntura, sino que la impiden nuestras viejunas actitudes tenidas por modernas. Ni los políticos están hoy por la labor ni los medios por colaborar ni los ciudadanos por comprometerse. El fanatismo ideologizado de los primeros, el alineamiento sectario de los segundos y el pasotismo de los terceros se retroalimentan y hacen imposible el debate. Fascismo y comunismo, independentismo y filoterrorismo, son hoy, más que términos cargados de gravedad y sentido, mordazas que tapan la boca del disidente. Y, si tal es la actitud de fondo, las estratagemas que la ponen en práctica son tan variadas como provocar un hecho que oculte el anterior cuando éste molesta; exhumar el pasado cuando hiede, aunque haya perdido toda relevancia futura; convertir el espía en espiado y remitir las reclamaciones al sargento armero; promover leyes ómnibus en cuyo totum revolutum se mezclen aborto, edad del consentimiento autónomo y período de reflexión con dismenorrea, impuesto sobre artículos de higiene femenina y prohibición/regulación de la prostitución para, seleccionada a conveniencia una u otra pieza, aprobar o rechazar la ley en su conjunto. El caso es pasar de un asunto a otro sin haber debatido ninguno. Así nos va.
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