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La moción de censura regulada en la Constitución es de carácter constructivo, pues junto a la legítima aspiración de censurar al Gobierno se exige como requisito de admisibilidad que se presente un candidato, de tal forma que la aprobación de la moción por mayoría absoluta ... significa, por una parte, la pérdida de confianza parlamentaria del presidente censurado y, por otra parte, el título de legitimidad del nuevo presidente.
De las cinco mociones de censura habidas desde la aprobación de la CE, solamente una, la promovida en 2018 contra Rajoy, con Sánchez de candidato, logró el resultado constitucionalmente exigido. Las cuatro restantes no lo consiguieron, pero ello no significa que todas fracasaran en las pretensiones políticas que perseguían. Así el PSOE, con Felipe González de candidato, promovió la censura con el propósito de desgastar a Suárez y minar la vida interna de UCD. Parlamentariamente la censura fracasó, pero políticamente el PSOE y su candidato salieron muy reforzados. La segunda moción, que responde a este mismo modelo, la promovió AP en 1987, con Hernández Mancha como candidato, contra González. El fracaso fue rotundo en todos los sentidos. La tercera la puso en marcha Podemos en 2017, con Iglesias de candidato, contra Rajoy. Respondía a un modelo distinto, más que confrontar a Iglesias con Rajoy, buscaba mostrar al PSOE que había alternativas de Gobierno distintas a las defendidas por Sánchez hasta entonces. En términos de opinión pública y resultados electorales no parece ser que aquella iniciativa fortaleciese a Podemos. Sin embargo, vista la censura aprobada contra Rajoy en 2018 y la formación del actual Gobierno, más de uno dirá que la semilla de este Ejecutivo se plantó en aquella moción.
La moción de Vox, derrotada sin contemplaciones, representa una modalidad singular en sus pretensiones reales, que poco o nada tienen que ver con la censura constitucionalmente prevista. El propósito real de Vox no era desgastar a Sánchez, sino someter al PP a un cerco político, de tal forma que los populares interiorizasen la situación de dependencia del PP respecto de Vox, explicando al electorado de ambos que dicha operación es indispensable para derrocar al gran enemigo de España. Los dirigentes de Vox conocen que la mayoría de los actuales votantes de ese partido provienen del electorado tradicional del PP y que existe en la sociología electoral de ambas formaciones una frontera muy permeable. Intensificar esa permeabilidad es el propósito de Vox. El interés del PP no puede ser más que la impermeabilización, que solo se puede llevar a cabo levantando muros sustentados en principios, valores y el proyecto político de una derecha democrática. La contundente respuesta de Casado a Abascal podría ser el inicio para que el PP abandone esa mirada dependiente hacia Vox y sitúe su futuro bajo los parámetros de la derecha democrática europea en lo que respecta a la actitud a mantener con la extrema derecha.
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