Pocas veces dos interlocutores políticos tienen tan claro que quieren, que les conviene entenderse... en lo que sea posible. Cuestión diferente son las dificultades para transformar esos deseos, sinceros, egoístamente sinceros por ambas partes, en realidad.

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El presidente Pedro Sánchez inauguró ayer la ronda de ... encuentros con los presidentes autonómicos. Y lo hizo con el lehendakari Iñigo Urkullu, en rigurosa aplicación del protocolo que rige entre las diversas comunidades –según el orden en el que presentaron sus proyectos de Estatuto–. Además, claro, de por conveniencia.

El apoyo del PNV fue determinante para que prosperara la moción de censura contra Mariano Rajoy y para que el líder del PSOE sea hoy el tan sorprendente como legítimo presidente del Gobierno de España. Y ambas partes, socialistas y jeltzales, son los primeros interesados en que el suyo sea un amor político que rinda frutos, para que dure en el tiempo, de nuevo en beneficio de los dos.

¿Qué resultados tangibles ofreció la visita de Urkullu a La Moncloa? Ninguno rompedor, al menos que se comunicara. Se crea una comisión bilateral y 'permanente' –y recalco lo de permanente porque a Ajuria Enea le pareció especialmente remarcable– para desbloquear el traspaso a Euskadi de las 37 transferencias presuntamente pendientes para cumplir el Estatuto de Gernika.

Habrá un segundo grupo de trabajo para analizar el progresivo acercamiento de etarras a cárceles vascas y del entorno, asunto que Moncloa ignoró en su nota de prensa. Y, además, Madrid considerará la retirada del recurso interpuesto por el PP contra la Ley vasca de Abusos Policiales, que aprobó ahora hace un año el Parlamento de Vitoria con el 'sí' de peneuvistas y socialistas.

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Nada más ni nada menos que, insisto, las partes quisieran desvelar a la opinión pública a través de los medios de comunicación. No es la bomba, pero tampoco una minucia habida cuenta de que Sánchez ha tardado tres semanas en recibir a Urkullu y Rajoy no lo hizo –no de forma oficial– en los dos años de legislatura, pese a que los peneuvistas eran su socio presupuestario.

¿Lo que nadie dijo? Que el PSOE –como el PP, como Ciudadanos, como Podemos– jamás aceptará la transferencia de la gestión del régimen económico de la Seguridad Social con ruptura de la caja única. Sin ruptura podría ser –y que Urkullu firmara, por ejemplo, las cartas a los jubilados en las que se les comunica la subida anual de sus pensiones–, pero habría que explicarlo muy bien a la opinión pública para dificultar demagogias y después de hacer bastantes números.

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Tampoco el traspaso de prisiones resulta sencillo. En este caso hay poco que discutir sobre el contenido. El problema vuelve a ser político. Si Euskadi asume la competencia y buena parte de los presos de ETA son acercados a Euskadi, Lakua sería el responsable de ellos. Sin duda, material para la controversia.

En cuanto a la reforma del Estatuto de Gernika –el País Vasco es la única autonomía que aún no ha sido modernizado su texto estatutario–, la llave inicial la tiene el PNV. Los jeltzales saben que no van a encontrar un Ejecutivo español más abierto a ampliar el autogobierno vasco que el de Sánchez, Podemos al margen. Pero si insisten en ir de la mano con EH Bildu por interés partidario la actual tentativa fracasará. Sí o sí.

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