Pablo Casado hizo este domingo una demostración de fuerza llenando de nuevo la Plaza de Toros de Valencia, escenario indiscutible de las mayorías absolutas de antaño y última parada de la convención nacional del PP, que confía le sirva de trampolín para llegar a la ... Moncloa. El optimismo rebosa en el partido y el líder de los populares subió al escenario exultante, proclamando la vuelta del PP de siempre, el que no renuncia ni al legado de José María Aznar ni al de Mariano Rajoy, el que se nutre de barones moderados y otros más duros, y el que, en definitiva, está listo para gobernar. «Estamos preparados para volver a echarnos el país a las espaldas, para rescatar a nuestros compatriotas de la ruina y para abrir un nuevo horizonte para España», aseveró ante los 9.000 asistentes que abarrotaron el coso.
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Consolidada la «centralidad» del partido, y con la muerte política de Ciudadanos casi certificada los populares se lanzan ahora a por los millones de votantes que apostaron en las últimas generales por Vox. Para ello, Casado se adueñó de algunas de las banderas de la formación de Santiago Abascal, desplegando uno de sus discursos más duros desde que hace tres años cogiese el timón, haciendo un alegato en defensa de la unidad del país y de la hispanidad, y una dura crítica a los nacionalismos, a la inmigración o a las «lecciones» de feminismo de la izquierda. «Los que vinieron a sustituirnos –avisó– se han ido quedando por el camino. El PP es mucho PP».
El líder conservador anunció también su intención de borrar la obra legislativa del Ejecutivo del PSOE y Unidas Podemos si llega al Gobierno, derogando algunas de sus normas más controvertidas. Avisó de que aprobará una ley de concordia «que dejará sin efecto las leyes de memoria histórica», cambiará la ley de eutanasia por una ley «de cuidados paliativos» y echará por tierra todas las leyes feministas «que hasta las socialistas históricas han denostado». «Menos tonterías de niñes y matria, y más defender el empleo femenino», clamó.
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A lo largo de una hora, Casado desgranó su proyecto con todas aquellas medidas que pondrá en marcha nada más llegar al Ejecutivo. La primera, «poner orden en Cataluña» y «reforzar la unidad nacional» sin consentir la ruptura de la ley y de la convivencia. El PP hará delito la convocatoria de referéndums, la rebelión sin violencia y los indultos a condenados por sedición, y acabará con la «propaganda independentista» en los medios de comunicación públicos a través de una nueva ley audiovisual.
Los populares, dijo Casado, recuperarán además la competencia de prisiones en Cataluña y en el País Vasco, bajarán todos los impuestos, liberalizarán el suelo y cortarán la financiación pública «a partidos y asociaciones que promuevan la violencia», en una referencian a EH_Bildu. Derogarán también la 'ley Celaá' y la reforma de las pensiones de Sánchez y despolitizarán el CNI o RTVE, además de aprobar una batería de medidas en favor de las familias. «Necesitamos –defendió– libertad, igualdad y maternidad».
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Un proyecto en el que los populares llevan meses trabajando y con el que confían en atraer a todos los votantes a «la derecha del PSOE» y aglutinarlos bajo sus siglas porque, como apuntó Casado, el PP cuenta con una «puerta ancha para que todos puedan entrar sin que les pregunten de dónde vienen».
Al margen de reivindicar la línea estratégica por la que discurrirá el partido de cara a las próximas generales, la convención también ha servido al líder del PP para reconciliarse con el pasado del que más de una vez renegó y para exhibir un partido «unido como una piña» y «fuerte como una roca». Todos los presidentes autonómicos, incluida Isabel Díaz Ayuso, han cerrado filas esta semana con Casado.
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La presidenta madrileña optó ayer por mantener un perfil bajo y no hacer ningunas declaraciones después de que su intervención en el cónclave despertarse los recelos del resto de líderes territoriales por el manejo que ha hechos de los focos y de los tiempos. Díaz Ayuso aseguró ante el pleno de la formación que su «meta» es Madrid y que desea coger las riendas del partido cuanto antes en un congreso interno, pero no para hacerse más fuerte y amenazar el liderazgo de Casado.
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