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Ha sido la semana en la que hemos sabido que la vacuna contra el maldito coronavirus llegará en los primeros meses de 2021. En la que Trump tampoco ha querido admitir su derrota. Y en la que el Gobierno de coalición PSOE-Unidas Podemos ha ... visto cómo su proyecto de Presupuestos sorteaba el primer obstáculo parlamentario.
Que en diciembre tengamos Cuentas no es algo baladí. Significa que el Gabinete Sánchez tendrá carta blanca para agotar la legislatura. Lógicos los movimientos políticos a los que hemos asistido.
Estoy persuadido de que a corto plazo ni se va a resquebrajar la entente PSOE-UP, ni van a caer los gobiernos autonómicos PP-Ciudadanos apoyados por Vox. Pero ello no es óbice para que los diferentes actores se muevan. Para mantener su posición (PSOE y UP), para cambiarla (PP) o para no desaparecer (Ciudadanos).
Pablo Casado, tras aprovechar la moción de censura de Vox para tomar cierta distancia con la ultraderecha, sigue empleándose a fondo para absorber a Ciudadanos. Por ello insiste en lo gratuito del apoyo de los liberales a Sánchez y por eso ha contratado al despacho profesional de Albert Rivera para recurrir una ley catalana, aunque el motivo sea lo de menos.
Inés Arrimadas, con problemas de contestación interna, incluido un Rivera que repudia su giro político, se veía obligada a endurecer su apoyo al Gobierno y condicionaba su respaldo a las Cuentas a que Sánchez rompa con ERC y EH Bildu y a que el castellano vuelva a figurar como lengua vehicular en la nueva ley de Educación. Aun así, el jueves rechazaba la devolución del proyecto presupuestario junto a las izquierdas y a los nacionalistas.
Es obvio que el PSOE está encantado de poder jugar simultáneamente con los partidos de la mayoría de la investidura y con Ciudadanos, partido al que Arrimadas intenta mantener a flote como formación bisagra, centrada y útil para sus votantes. Es la mejor manera de no depender de 'podemitas' e independentistas.
No piensa lo mismo Pablo Iglesias, cuya organización sigue dando muestras de una progresiva debilidad, y a quien no hace ninguna gracia un PSOE intentando jugar con dos barajas. Nada extraño el movimiento de esta semana junto a EH Bildu, que no se conocía en Moncloa y que ha abierto ampollas en el sector más moderado del PSOE.
Y es que Sánchez ha convertido a la izquierda abertzale en un actor político más sin explicar por qué. Y lo ha hecho pese a la negativa de los de Otegi a condenar los crímenes etarras. ¿Incomprensible? No. El presidente sigue demostrando que para él el poder lo justifica casi todo.
Es obvio que PSOE y PP sueñan con volver a los tiempos del turno. Es probable que en sucesivos comicios avancen algo en esa dirección. Pero ni Sánchez ni Casado están dispuestos a arriesgar sus actuales parcelas de poder, rompiendo con sus incómodos aliados pese a algunas de sus jugarretas, para avanzar hacia el objetivo.
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