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David Guadilla
Domingo, 10 de marzo 2019
El resultado de las elecciones del 28 de abril supondrá un punto de inflexión. Saldrá un Congreso fracturado como nunca antes lo ha estado. En un país sin experiencia en gobiernos de coalición, las encuestas señalan que para constituir un Ejecutivo fuerte se requerirá ... que al menos tres fuerzas se pongan de acuerdo para fijar unos consensos mínimos. Y los encargados de tejer esas complicidades serán los miembros de una nueva generación. Por primera vez en democracia, ninguno de los candidatos a La Moncloa que presentarán los principales partidos votó la Constitución. No porque no quisieran. Por pura biología. El mayor tenía seis años. Era Pedro Sánchez.
El presidente del Gobierno ha cumplido esta semana 47 años. Nació el 29 de febrero de 1972. Ganó las primarias del PSOE en 2014 y apareció como un soplo de aire fresco. Hoy es el más viejo de los aspirantes. Pablo Casado tiene 38 años; Albert Rivera, 39; Pablo Iglesias, 40; y Santiago Abascal, 42. La lista podría prolongarse aún más: Inés Arrimadas, cuyo salto al Congreso se confirmó hace escasos días, 37; Teodoro García Egea, 34; Adriana Lastra, 39; Irene Montero, 31... La generación del 'baby boom' dice adiós. Hola a la 'generación X'.
El último partido en afrontar ese cambio ha sido el PP. A la salida el año pasado de Mariano Rajoy se suma la de otros históricos, como Celia Villalobos. A ese listado de 'caídas' se puede añadir la del vizcaíno Leopoldo Barreda. Seguirán algunos veteranos, pero la consigna es rejuvenecer el grupo parlamentario. Se añade otro factor. La obligación que tiene Casado de 'favorecer' a quienes le apoyaron en el congreso del año pasado frente a los 'sorayistas'. Esos movimientos también afectan al PSOE. Quien fuera portavoz en la Cámara baja con Alfredo Pérez Rubalcaba, Soraya Rodríguez, muy crítica con Sánchez, también ha dado un paso atrás antes de que se lo obligasen a dar.
47,4 ha sido la edad media de los diputados durante esta legislatura. Es algo inferior a la que arrancó en 2011, pero superior a la que había en el Congreso en 1979, cuando rondaba los 42. También la segunda fila. No solo los primeros espadas tienen una edad mucho más joven que la de sus predecesores. También sus principales colaboradores. Adriana Lastra, Teodoro García Egea,Irene Montero e Inés Arrimadas apenas llegan a los 40 o rondan los 30.
6 años tenía Pedro Sánchez cuando se votó la Constitución en 1978. Santiago Abascal tenía dos y Pablo Iglesias apenas mes y medio. Pablo Casado y Albert Rivera ni habían nacido
La fotografía final, en todo caso, será la de un Congreso en el que las principales discusiones serán protagonizadas por dirigentes poco bregados en consensos históricos. Y eso es lo que precisamente siembra dudas. Si en un escenario tan polarizado, donde parece que triunfa más el tuit explosivo –ahí está Gabriel Rufián (37 años)– que el debate sosegado, esta camada de nuevos políticos será capaz de superar los retos que afronta España.
Cuando se apela al consenso, siempre se echa la vista atrás. A la Transición, un periodo mitificado como el ejemplo de cómo entre diferentes se puede construir una nueva sociedad. Hace escasos días, históricos del PP y PSOE como Juan Vicente Herrera, Alberto Núñez Feijoó y Javier Fernández también reivindicaban los pactos de Estado entre ambas formaciones como ejemplo de estabilidad. ¿Si entonces se pudo, por qué no ahora? Hay quien piensa que porque el escenario actual, aunque pueda parecer lo contrario, es más complejo. «Nuestra generación tenía un país por hacer, queríamos modernizarlo, entrar en Europa... Y esos grandes objetivos hacían más fácil la política porque también sabíamos que si fracasábamos la democracia estaba en peligro», recuerda Ramón Jáuregui.
ramón jáuregui, Eurodiputado del PSOE
Nagua Alba, Diputada de Podemos
El eurodiputado socialista, curtido en mil batallas, no cree que las nuevas generaciones estén menos capacitadas que las anteriores para alcanzar grandes consensos. «No es una cuestión de personas, sino del contexto». «Hemos pasado de un campo con dos partidos a uno con cinco, y la competencia interna es brutal», añade. Jáuregui habla de una sociedad más «plural», donde los «elementos vertebradores no existen», «más líquida y compleja».
La visión de que cualquier tiempo pasado fue mejor tampoco la comparte Daniel Innerarity. «Pensar que los problemas de esta época los resolverían mejor los protagonistas de una anterior demuestra prepotencia», afirma el filósofo, quien considera que «se está idealizando» la Transición, «dando a entender que es irrepetible». El autor de 'La política en tiempos de indignación' alude más a los «profundos cambios culturales» que se están dando. «En tiempos de estabilidad uno se hace más listo por el simple hecho de envejecer, cuando los cambios se aceleran, todos somos igual de ignorantes». «La experiencia del pasado es cada vez menos determinante, es como si todos partiéramos de cero», afirma convencido Innerarity. «No creo que tengan dificultades específicas», subraya respecto a los jóvenes políticos.
El sociólogo Imanol Zubero lo resume de esta manera. «No creo que haya una incapacidad generacional para lograr pactos. Lo tienen tan difícil Iñigo Errejón como Josep Borrell porque el contexto es terrible». Al igual que Jáuregui, comparte la tesis de que a finales de los setenta y en los ochenta «los incentivos para pactar eran mayores» y que «hacer política ahora es más complicado». Apela a la crisis de las 'familias' políticas tradicionales, a la «sobreexposición pública» de los líderes y a la dificultad de retener al electorado. «Nos hemos acostumbrado a elegir a la carta. A la gente más joven te la tienes que ganar cada día».
Y eso obliga a improvisar de forma constante. A posicionarse. A explotar las redes sociales. «Son una herramienta maravillosa, pero es verdad que pueden favorecer la crispación; que se funcione a golpe de tuit y no se profundice en cuestiones complejas».A sus 28 años, Nagua Alba es una de las mejores representantes de ese grupo que dio el salto a la primera línea. Exsecretaria general de Podemos Euskadi y diputada por Gipuzkoa, niega que su generación tenga problemas para pactar. Incide en otras cuestiones. Por ejemplo, en la «voluntad de crispar» y de «buscar el barro» que tienen algunos políticos, independientemente de su edad. Alba no ve una «brecha generacional», pero sí de «género». «He comprobado que las mujeres tienen una mayor capacidad para escuchar, pactar y favorecer los consensos que los hombres. Les cuesta ceder». Demasiada testosterona política. Si el análisis es certero, el futuro es aterrador. Todos los aspirantes con opciones de llegar a La Moncloa, liderar la oposición o tener un papel clave en la legislatura son hombres.
La apuesta por rejuvenecer las listas siempre tiene alguna excepción. Ahí está el PNV. La formación jeltzale sigue confiando en sus clásicos: Aitor Esteban, Joseba Agirretxea y Mikel Legarda. Desde la formación jeltzale recalcan que sus candidatos no son los «más viejos», y ponen como ejemplo los nombres de Patxi López y Roberto Uriarte. Pero sí reconocen que apuestan por la experiencia a la hora de enviar representantes a Madrid.
Los motivos son diversos, aunque van en la misma línea. Tener una «plataforma de influencia» con el objetivo de «salvaguardar el autogobierno vasco» y «para defender los intereses de los numerosos colectivos que nos piden que les ayudemos a contactar con las administraciones». «Queremos gente con recorrido, formada, que no se asuste al reunirse con un ministro. La cantera nuestra se hace en otros sitios, en ayuntamientos, en las juntas...», señalan desde Sabin Etxea.
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