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Dice Andoni Ortuzar que el PNV trata «con más mimo» a Pedro Sánchez que sus propios socios de gobierno. La gresca permanente entre PSOE y Podemos ha espantado, desde siempre, en Sabin Etxea, donde escarmentados por las experiencias traumáticas de un pasado no tan lejano, ... siempre han tenido claro que los trapos sucios se lavan en casa y las diferencias, sean internas o con sus aliados, se resuelven con discreción. Cómo será la cosa que hasta Aitor Esteban justificó ayer la reforma del CNI que impulsa el PNV en su afán por ser «propositivo» en lugar de hacer «ruido». Con EH Bildu en plan izquierda moderada, responsable e institucional y la gente exhausta de tanta pandemia y tanta inflación, toca ser previsible, que diría Rajoy.
Pero las inercias son a veces más poderosas que las estrategias. Le pasó al PNV con su insistencia en sumarse 'motu proprio' a la lista de espiados y le ha pasado a Eneko Andueza al sacar a relucir los apellidos «franquistas» de los jeltzales o sus coqueteos «con la ultraderecha» por afear a Moncloa el lío de Pegasus. Un síntoma de que el oasis vasco de calma y 'savoir faire' no es tal y que, en cuanto las urnas se recortan en lontananza (y queda un año), la identidad política se explicita en claves excluyentes y de batalla cultural. En las mismas claves que convierten el debate sobre las bajas menstruales o el buen papel de Chanel en Eurovisión en campo minado para que izquierdas y derechas se tiren los trastos a la cabeza. O que fuerzan al PP de Feijóo a rectificar una alusión al artículo 2 de la Constitución en salvaguarda de la sacrosanta unidad de España y del voto fronterizo con Vox.
En Euskadi la tentación es exactamente la misma. La «matraca» identitaria frente a las políticas sociales. O la gestión frente a quienes dicen «tonterías». El riesgo de hablar para la tribu es siempre pasarse de frenada. El PSE, lógicamente, no quiere diluirse como muleta del PNV, ni entregar la bandera de la izquierda no abertzale a Podemos ni mucho menos quedar ninguneado en Gipuzkoa, donde Egibar y Bildu juegan a polarizar la campaña entre las dos caras del nacionalismo. «Que no se les olvide que nosotros podemos tener la última palabra», avisan los socialistas. Los jeltzales lamentan que el nuevo líder del PSE busque construir su relato solo «con palos» a sus socios.
De momento, la sangre no ha llegado al río en Lakua. Todos son conscientes de que el PNV seguirá sosteniendo a Sánchez mientras gobierne con el PSE y los socialistas harán lo mismo con Urkullu mientras el PNV siga siendo puntal de la mayoría de la investidura. 'Do ut des'. Ahora y en el futuro salvo que el PP pueda gobernar sin Abascal y necesite al PNV. Eso sería otro cantar. El problema es que una vez se calienta el suflé puede seguir subiendo. «Cualquier día la liamos». Lo del cántaro y la fuente de toda la vida tiene más peligro metidos ya en harina electoral. Por si alguien lo dudaba, queda abierta la campaña vasca.
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