¿Cómo cambian los jóvenes tras escuchar a las víctimas de ETA?
Más empatía y algo de ira. ·
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Más empatía y algo de ira. ·
La profesora de la Universidad de Navarra María Jiménez publica el primer experimento sobre el impacto de los testimonios en universitarios navarrosQué ocurre cuando escuchamos a las víctimas de ETA. La pregunta asalta la cabeza de María Jiménez y va colonizando espacios en su mente mientras, afuera, el mundo debate sobre la vigencia y la importancia de esos testimonios. Así empezó todo. La profesora -y doctora ... en Comunicación- de la Universidad de Navarra da ahora un golpe simbólico en la mesa y presenta 'El tiempo del testimonio', un experimento sobre el impacto que tiene en 225 universitarios navarros conocer la historia de cinco víctimas de ETA. Es la primera vez que se hace.
«Nosotros partimos de la intuición de que las historias de las víctimas pueden cambiar la perspectiva que tiene la audiencia sobre qué es el terrorismo y sobre qué significa ser víctima del terrorismo. Con esto queremos ver la parte empírica, dar un valor científico a esa intuición», explica Jiménez. El objetivo es doble: «por un lado, analizar esa influencia positiva y ver cómo es y, por otro, estar alerta también sobre posibles efectos negativos».
Quieren saber más Los entrevistados manifiestan que los relatos de las víctimas del terrorismo deberían incluirse en los planes de estudio.
72,7% es el porcentaje de alumnos que tiene una opinión «completamente negativa» de ETAtras escuchar los testimonios, un 14,7% más que antes.
Carrero y Blanco Son los nombres que más repiten como víctimas que conocen. El primero de ellos se estudia.
60,1% de estos universitarios reconoce, antes del experimento, que no ha conocido ningún testimonio de una víctima de ETA.
En el experimento se usaron tres testimonios en vídeo y otros dos en textos escritos. José Ignacio Ulayar, hijo del alcalde de Etxarri Aranatz Jesús Ulayar. María José Ramá, viuda del guardia civil Juan Carlos Beiro. Iñigo Pascual, hijo del ingeniero de Lemoiz, Ángel Pascual. Marina Salvá, hermana del guardia civil Diego Salvá. Mari Carmen Belascáin, madre del adolescente Alfredo Aguirre. Los cinco son familiares de víctimas de ETA de Navarra.
¿Qué piensan, tras escucharles, esos 225 universitarios también navarros? La manera más sencilla de comprobarlo fue hacerles un cuestionario previo al encuentro y otro después. Varios aspectos llamaron la atención en el primer test. Los chavales se reconocen «poco» informados sobre ETA y 6 de cada 10 manifiesta que nunca han escuchado o leído el testimonio de ninguna víctima de ETA. Cuando se les pregunta por algún nombre el que más repiten es Carrero Blanco. La razón es sencilla. Es el único que aparece en sus manuales de Historia.
Pero vamos al fondo. ¿Qué cambia, después de escucharles? «El efecto positivo es que los testimonios son capaces de modificar la percepción sobre el terrorismo y el de ETA en particular. En una sociedad cada vez más polarizada y con posiciones inmutables, esto es casi revolucionario. La pedagogia de las víctimas tiene algo de revolucionario en el sentido de que es capaz de cambiar las concepciones del mundo», analiza Jiménez. ¿Qué ideas o sensaciones surgen en los alumnos? «La conexión con la víctima es la clave, la vía de las emociones, que es la puerta de entrada a estos testimonios. Aparece la empatía, la solidaridad y la compasión. También algunos sentimientos negativos, como la ira», valora Jiménez. «Esto nos sirve para anticiparnos. Las víctimas no expresan odio o rabia, pero sí vemos que se despierta esa idea, de forma especial en los hombres, es posible anticiparse y pedir a una víctima que haga hincapié para que su mensaje contrarreste esa idea».
Todos los testimonios no llegan de la misma forma ni con la misma intensidad. «Tras el experimento macro quisimos hacer uno más cualitativo y reunimos a Mari Mar Blanco con un pequeño grupo de alumnos», cuenta la profesora de la Universidad de Navarra. La hermana de Miguel Ángel supo cómo remover a los asistentes nada más llegar. «¿Quién de vosotros tiene 26 años?, preguntó. Varios alumnos levantaron la mano. «Yo tenía vuestra edad cuanto ETA secuestró y mató a mi hermano», les contó, llevándoles a todos de la mano a ese lugar en que la banda irrumpía en la vida sin previo aviso. «Logró que se identificaran con ella».
«La pregunta no es por qué los jóvenes no saben sino que por qué no les hemos contado esa historia. La manera para que conecten con ella son los testimonios. Después de escucharlos, ellos mismos piden que forme parte del currículum educativo. Cuando lo conocen, les interesa y quieren saber más», apunta la autora de una obra editada por Comares y apoyada por el Centro Memorial de Víctimas del Terrorismo. Ella tiene claro que la única forma de hacerles partícipes de esta historia es «que sientan, que llegue a sus emociones». La obra aborda también el papel de los medios de comunicación, a la hora de contar los testimonios de las víctimas y propone el mismo enfoque.
El libro tumba otros mitos. «La cercanía geográfica del hecho no influye en su conocimiento. Los jóvenes no saben más porque los atentados hayan sido a dos calles de su casa. Y la pregunta vuelve a ser para los adultos: ¿Por qué no hemos explicado algo que ha sucedido tan cerca?». Habrá una segunda parte del estudio. «Hemos hecho un primer experimento con alumnos que vivieron el final de ETA pero hay que hacerlo con los que vienen detrás, aún más jóvenes, que no tienen siquiera esa referencia». Todo llegará.
Para los más próximos a la violencia, no bastan estos testimonios. «Hay un pequeño porcentaje de personas inmunes, entre un 2% y un 2,5%, que tienen una posición condescendiente sobre el terrorismo y, al escuchar a las víctimas, no cambian de idea», valora Jiménez. No es algo exclusivo de ETA, sucede también en grupos próximos al yihadismo. «Son impermeables. Para ellos, los testimonios de las víctimas no son creíbles». A ese colectivo solo se puede llegar «buscando otras voces creíbles para ellos, que en el caso del yihadismo son los que se han desradicalizado». A su juicio, la fórmula con ETA debería ser la misma: apelar al testimonio de los etarras de la vía Nanclares, por ejemplo, para llegar a los más proclives a la violencia. Jiménez apunta que «quizá haya llegado el momento de llevar a las aulas a quienes han hecho ese camino de vuelta».
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