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Raúl tenía 20 años y Carina era su primera novia. Habían empezado a salir aquella misma semana y estaban exultantes. Él tenía muchas ganas de celebrarlo, quería llevarla a cenar y eligió el restaurante El Descanso. «Insistí un montón de veces para ir allí», recuerda. Estaba situado en la autopista que sale de Madrid hacia Barcelona, a la altura de Torrejón de Ardoz, no muy lejos de la base militar norteamericana. Eran las diez y media de la noche del viernes 12 de abril de 1985. La vida no podía ir mejor.
El local estaba abarrotado y la pareja se quedó en la barra esperando su mesa. Estaban a lo suyo así que no se fijaron, a diferencia de otros clientes, en la llegada de un joven delgado, con bigote, que dejó a sus pies una bolsa de deporte. Nunca pudo ser identificado. La explosión se escuchó en varios kilómetros a la redonda. Las dos plantas del edificio se derrumbaron sobre el comedor. Murieron 18 personas y hubo casi un centenar de heridos.
Carina y Raúl sobrevivieron. «Vi un fogonazo, un resplandor rojo brutal. No recuerdo el ruido porque te quedas sordo inmediatamente», rememora Raúl Socorro. Hoy, en EL CORREO, es la primera vez que cuenta en un medio de comunicación lo que vivió. «La bomba me dejó enterrado más de cinco horas entre los escombros», confiesa.
La idea de pasar cinco minutos enterrado se hace insoportable y cuesta imaginar cinco horas. «Supongo que una parte de ese tiempo estaría inconsciente. Cuando desperté no podía mover nada, sólo dos dedos de una mano y muy poco. Se me cayó un edificio encima y no sentía dolor. El cuerpo lo bloquea. Cuando se relaja un poco, empieza a aumentar el dolor», describe. Pequeñas bolsas de aire en un mar de escombros salvaron a los supervivientes. «Muchos murieron asfixiados. Yo nunca llegué a sentir que me asfixiaba pero sí pensaba que iba a morir». Los bomberos trabajaban sin descanso pero el rescate fue lento y laborioso. El riesgo de nuevos derrumbes era alto. «Lo primero que hicieron los bomberos fue liberarme la cabeza para que pudiera respirar. Mientras lo hacían me cayó una roca encima de la cabeza. Tuve síndrome de aplastamiento, que hace ver doble, durante unos dos meses».
¿Qué hace uno para no perder la cordura en esa situación? «Pensar en mi madre y mis hermanos. Así me tranquilizaba. Pero estaba seguro de que iba a morir y tenía una culpa tremenda. Por mi madre, que es viuda desde los 35 años con 5 hijos, y yo pensaba en el disgusto que le iba a dar. Por Carina, a la que yo había llevado allí, empeñándome tanto. Por mis hermanos, por mis amigos. Todo era culpa. No pensaba ni en cómo salir de allí, yo daba por supuesto que iba a morir».
Sobrevivir cambió el rumbo de la vida de Raúl Socorro. «Perdí el miedo y eso me ha sido muy útil en la vida. Dejé los planes de niño de familia bien y me busqué la vida por mi cuenta. Y por eso he vivido muchísimas aventuras. Soy propietario de un club de fútbol en Gambia. Y una vez me rescataron en Dakar en medio del mar», ejemplifica. Añade algo sorprendente: «Yo pensaba que todo lo de la bomba había sido bueno para mí». Supo que no era así muchos años después. «Hace dos, 38 años después del atentado, se me cayó todo el pelo de golpe por una alopecia areata. Me mandaron a la sicóloga y ella me explicó que tengo estrés postraumático y que me viene desde el atentado. Mi sistema inmunológico se activa con el estrés. Nunca lo hubiera pensado. Soy una persona positiva y alegre. Pero sí era consciente de que tenía esa tristeza dentro».
Aquel joven con bigote que entró al restaurante 'El Descanso' con una mochila de deporte nunca fue identificado. Hubo dos reivindicaciones. Una llamada telefónica recibida en el Líbano, al día siguiente, lo atribuyó a Yihad Islámica, un nombre de conveniencia que utilizaban varios grupos terroristas de Oriente Medio. Una segunda banda terrorista, Waad -significa 'La promesa'-, lo reivindicó y aportó como prueba un azucarillo del restaurante cuya imagen puede verse en esta página. La Policía descartó esta última hipótesis.
En 1992, el juez de la Audiencia Nacional Baltasar Garzón intentó reabrir la investigación por unos nuevos indicios que quedaron en nada. Ya en 2005, cuando faltaban dos años para la prescripción del caso, se reabrió el sumario después de que un testigo protegido identificara al supuesto autor del atentado, Mustafá Setmarian Nasar, 'Al Suri', un sirio a quien se vinculaba con los atentados del 11 de marzo de 2004 en Madrid. Su implicación nunca pudo ser demostrada.
El Centro Memorial de las Víctimas del Terrorismo inaugurará una exposición sobre este atentado el próximo viernes. Raúl López Romo, historiador del Memorial, destaca que «estas víctimas fueron olvidadas entre las olvidadas al no haber sentencia ni autoría».
Tras aquella primera cena frustrada, Raúl y Carina salieron juntos durante cuatro años. Sólo tuvieron algunas secuelas auditivas.
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Jon Garay e Isabel Toledo
J. Arrieta | J. Benítez | G. de las Heras | J. Fernández, Josemi Benítez, Gonzalo de las Heras y Julia Fernández
Josemi Benítez, Gonzalo de las Heras, Miguel Lorenci, Sara I. Belled y Julia Fernández
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