Imagen del histórico congreso celebrado en marzo de 1993 en el Teatro Arriaga. Maite Bartolome

Las bodas de plata del matrimonio PSE-EE

Tres históricos dirigentes reviven el proceso de fusión de socialistas y 'euskadikos' | El nuevo partido nació para ser el referente de la izquierda autonomista vasca y disputarle el liderazgo al PNV

Viernes, 16 de marzo 2018, 01:03

Ésta es la crónica del adiós de un partido, la transformación de otro y el nacimiento de uno nuevo. Todo al mismo tiempo. Fue un proceso de fusión, integración o convergencia, aunque algunos la recuerdan como una simple absorción, que ocurrió hace 25 años. ... Este mes de marzo se cumple un cuarto de siglo de la desaparición de Euskadiko Ezkerra, del giro del PSE hacia posiciones más vasquistas y de la gestación del PSE-EE, una formación que esta próxima semana celebrará la efeméride con un programa de actos.

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«El Partido Socialista de Euskadi-PSOE y Euskadiko Ezkerra pusieron punto final a quince años de desencuentro y confrontación, al fusionarse oficialmente en el congreso celebrado ayer en el Teatro Arriaga de Bilbao». Así arrancaba la información publicada por este periódico el 28 de marzo de 1993 del acto celebrado el día anterior en Bilbao. Atrás quedaban 13 meses de contactos que desembocaron en un nuevo partido que nacía con la vocación de gobernar Euskadi. Una formación de izquierdas, vasquista y «profundamente autonomista» que aspiraba a desbancar al nacionalismo y dar un giro a la política vasca. «Fue un matrimonio de conveniencia», recuerda un protagonista de aquel proceso. «Necesitaban ir de la mano. La intención fue buena aunque los resultados...», añade.

El PSE de 1993 contaba con 8.544 afiliados y numerosas sedes. En las anteriores elecciones autonómicas había superado los 202.000 votos como segunda fuerza tras el PNV. «Pero necesitábamos tapar ciertas lagunas que teníamos con la parte más cultural, euskaldun e identitaria del país. Teníamos unas carencias que con EE podíamos paliar», recuerda Ramón Jáuregui, entonces secretario general de los socialistas y hoy eurodiputado.

La Euskadiko Ezkerra de 1993 era una formación de 2.100 afiliados venida a menos. En los comicios de tres años antes había sumado 79.000 sufragios. Había sido desde su nacimiento en 1977 una fuerza influyente en la opinión pública, con 'cuadros intermedios' bien formados y que entre sus filas había contado con nombres clave de la política vasca: Mario Onaindia, Juan Mari Bandrés, Kepa Aulestia, Javier Olaverri, Xabier Markiegi, Martin Auzmendi, Koro Garmendia, Xabier Gurrutxaga... Pero fue menguando por las disputas intestinas entre sus dos almas: la nacionalista y la socialista. El partido había tratado de amalgamar bajo sus siglas dos formas de ver Euskadi, un desafío que primero les convirtió en una fuerza atractiva pero que en una polarizada política vasca acabó por ser su condena. De hecho, para cuando se produjo la escisión con el PSE ya había sufrido una escisión y perdido la mitad más nacionalista de su militancia. «Con la convergencia queríamos consolidar el autonomismo como referente político frente al autodeterminismo. Queríamos fortalecer la izquierda y la autonomía», rememora Jon Larrinaga, en aquel momento secretario general de Euskadiko Ezkerra.

Bandrés, con González, en un mitin electoral. E.C.

El programa

  • Mañana. Presentación organizada por la Fundación Ramón Rubial en San Sebastián del libro ‘La unión de la izquierda vasca. La convergencia del PSE-EE’, obra de Gaizka Fernández Soldevilla y Sara Hidalgo.

  • Sábado 17. Acto central en el Teatro Arriaga, mismo lugar del congreso de la fusión. Tomarán parte Ramón Jáuregui, secretario general de los socialistas vascos en 1993; Mikel Unzalu, entonces vicesecretario general de EE; y la actual líder del PSE-EE, Idoia Mendia.

EE nació como una coalición liderada por Euskal Iraultzarako Alderdia (EIA), brazo político de ETA (pm). Evolucionó desde la izquierda abertzale más radical a un autonomismo que aceptaba la Estatuto y la Constitución y que tuvo un papel fundamental en el Pacto de Ajuria Enea. Siempre fue incómodo para la izquierda abertzale. «Durante años fue el partido preferido de los vascos, por esa doble alma abertzale y socialista, pero no le votaban porque no creían que fuera una opción real de gobierno. Tenían un mensaje racional, intelectual, ecologista y abogaban por buscar puntos de encuentro. Demasiado adelantados a su tiempo», describe el historiador Gaizka Fernández Soldevilla.

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Tras obtener en las autonómicas de 1986 sus mejores resultados -124.00 votos-, comenzó su decadencia. Las costuras que habían unido a los dos sectores se resquebrajaron. Un tenso congreso en Leioa en 1991 evidenció las diferencias. La parte más nacionalista apoyó la candidatura Auñamendi, mientras la más socialista, agrupada en torno a Renovación Democrática, reclamaba ser «el terreno común de la izquierda». Ganó esta última, liderada por Larrinaga, pero con más votos en blanco que a favor.

Los protagonistas

  • Ramón Jáuregui (Ex secretario gral. PSE) «Necesitábamos tapar ciertas lagunas que teníamos con la parte más cultural y euskaldun».

  • Jon Larrinaga (Ex secretario gral. EE) «Queríamos consolidar el autonomismo como referente político frente al autodeterminismo».

  • Xabier Gurrutxaga (Exlíder de EuE) «Creo que los resultados conseguidos no se acercan ni de lejos a los esperados».

Momento clave

Las relaciones entre el PSE y EE sufrieron altibajos, pero con el paso del tiempo fueron conscientes de que estaban «obligados a entenderse». Sobre todo después de que una crisis de gobierno provocada en septiembre de 1991 por el lehendakari Ardanza en el tripartido PNV-EA-EE provocara el fin de la unidad entre los 'euskadikos'. Cuando los jeltzales expulsaron a EA del Ejecutivo, el sector nacionalista de EE también quiso marcharse.

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«Los problemas venían de atrás pero ese momento fue clave. El PNV aprovechó esa crisis para dividirnos. Nos expulsaron de EE, creamos Euskal Ezkerra (EuE) y con nosotros se vino como la mitad de los afiliados», detalla Xabier Gurrutxaga, primer líder de aquella formación, que se presentó a las siguientes elecciones en coalición con EA y que al final desapareció. «Nos ofrecieron los mismo que el PSE a EE y decidimos irnos a casa», añade.

La idea de fusionarse con el PSE rondó durante años la cabeza de Onaindia, pero el 'padre' de la operación fue Jon Larrinaga. «El primer contacto fue en Madrid con Claudio Aranzadi y Joaquín Almunia. Luego llegaron más encuentros con Ramón Jáuregui y Txiki Benegas», detalla Larrinaga. «Celebramos muchas comidas en mi casa, en restaurantes... Ahí constatamos que teníamos una misma manera de entender el país», añade Jáuregui.

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Las negociaciones se llevaron a cabo, principalmente, en Madrid. Desde EE se propuso, sin éxito, que el nuevo partido tuviera «un amplio margen de autonomía del PSOE, similar al del PSC». «También nos dimos cuenta que teníamos un concepto de partido y de la política muy distinto», apunta Larrinaga. «Otro de los problemas que surgió fue el grave déficit económico que arrastraba EE», introduce el ahora eurodiputado socialista. Según el historiador Gaizka Fernández Soldevilla, los 'euskadikos' tenían una deuda de 800 millones de pesetas (4,8 millones de euros), un punto que entorpeció las negociaciones, pero que al mismo obligó a que acabaran con éxito. «Coincidimos en los objetivos: construir un partido grande para ganar al PNV y fusionar dos culturas políticas y dos realidades sociales», enumera Jáuregui.

En la práctica, la fusión fue más palpable entre los dirigentes que entre las bases. EE aportó cerca de 400 cuadros intermedios, entre los que estaban Onaindia, el propio Larrinaga o Mikel Unzalu. El nuevo partido nacía bajo la presidencia de Txiki Benegas, con Onaindia como vicepresidente. En la cúpula también estaban Jáuregui; José Luis Marcos Merino, como vicesecretario general; y Nicolás Redondo Terreros y Larrinaga como secretarios políticos.

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Tanto Larrinaga como Jáuregui coinciden en que hubo dificultades en agrupaciones. En la Margen Izquierda hubo poca integración, como en casi toda Bizkaia, mientras que en Gipuzkoa hubo más «comprensión». Hubo tensiones con la simbología, el nombre, los cargos... «Pero tengo claro que a los socialistas nos correspondía ser generosos y lo fuimos», insiste el eurodiputado. «Faltó una estrategia de acogida», confiesa Larrinaga.

La primera convocatoria electoral a la que se enfrentó el nuevo PSE-EE fue un éxito. Se impusieron en las Generales de 1993 como primera fuerza en Euskadi por encima del PNV. «Fue un resultado aplastante. Tanto, que yo rechacé ser ministro con González porque quería ser lehendakari y estaba convencido de que iba a serlo al año siguiente», recuerda Jáuregui. «Pero todo se torció». Las denuncias de corrupción y de los GAL comenzaban a acorralar al PSOE de González. A lo que se sumó el ‘caso Osakidetza’, una trama de enchufismo que salpicó a destacados simpatizantes socialistas. De los 22 parlamentarios que sumaban en la anterior legislatura, cuando aún no se habían fusionado, se quedaron en 12. De 281.000 votos a poco más de 174.000. «Fue una de las mayores decepciones de mi vida. Fue horrible», asegura Jáuregui.

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