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Hace unos meses, un destacado dirigente de EH Bildu reflexionaba en una reunión con miembros de la organización y de otros colectivos cercanos sobre la ... necesidad de seguir dando pasos para normalizar la situación de la coalición, para ampliar su base y penetrar en diferentes ámbitos sociales. Apuntó la posibilidad de que, quizás, había llegado el momento de que la coalición soberanista animase «a los suyos» a entrar en la Ertzaintza. «Se le pusieron de uñas». La escena trasciende la anécdota porque demuestra el complejo recorrido que está atravesando la formación liderada por Arnaldo Otegi para alcanzar su principal objetivo: superar al PNV ganando apoyos por el centro sociológico sin abandonar del todo sus esencias.
EH Bildu vive el 'dilema de la manta corta'. Tratar de taparse los pies sin que la cabeza se le quede a la intemperie. Los dirigentes de la coalición soberanista hace tiempo que se pusieron como meta llegar a Ajuria Enea. Están convencidos de que es una hipótesis creíble, pero también son conscientes de que para lograrla deben ensanchar sus márgenes. Dar cabida a votantes que hace unos años ni se hubieran pensado apoyar a una marca dominada por la izquierda abertzale.
La propia conformación de EH Bildu, concebida como un «frente amplio», va en esa línea. El primer objetivo fue 'pescar' todo lo que se pudiese en el entorno de Podemos, algo que se consiguió reforzando un discurso social que había quedado solapado por el soberanista. Sin embargo, se considera que por ahí poco más se puede crecer. Consolidada esa posición, ahora toca avanzar hacia el otro lado. El caladero objeto de deseo es el fronterizo con el PNV. Y para atraer a ese votante de perfil moderado, EH Bildu lleva tiempo con una estrategia clara: retirar de primera línea su discurso más esencialista, reforzar su perfil institucional y aparecer como un partido capaz de llegar a acuerdos y abandonar sus posturas más maximalistas para alcanzar pactos transversales.
El problema es que eso le genera problemas en la otra parte de la 'manta'. Porque los sectores más a la izquierda, los que durante años formaron parte del tronco ideológico del movimiento independentista, creen que se están haciendo demasiadas concesiones y abandonando el perfil «de calle». Y eso genera fricciones. La reflexión sobre la Ertzaintza demuestra la ambición con la que se mueve EH Bildu -«es un debate que hay que abrir porque en algún momento la tendremos que gestionar»-, pero donde se está evidenciando de forma clara esa tensión es en el modelo energético.
El discurso actual de la coalición habla de alcanzar la soberanía energética como pieza clave para lograr la soberanía política. Ese es el objetivo irrenunciable, «lo que ha cambiado es cómo queremos llegar a ella», se defiende. Y para lograr esa independencia se considera una herramienta fundamental impulsar las renovables. El problema es que eso obliga a instalar grandes parques eólicos o solares, y eso choca con el sentir de colectivos vecinales y ecologistas que habitualmente suelen estar cercanos a la izquierda abertzale.
Esa tensión se ha visto en municipios como Azpeitia, Oion o Arratzua-Ubarrundia, donde esta misma semana han dimitido los tres concejales de EH Bildu en un ambiente cargado y entre acusaciones a la coalición abertzale de haberse convertido en una «marca blanca» del PNV. En las filas de la alianza soberanista se admite que hay un problema y que es la cuestión que les genera más fricciones internas.
No solo porque permite a Podemos y Sumar tratar de recuperar su posición como referentes de izquierdas, sino porque da alas a los movimientos críticos que nunca han compartido el giro pragmático o a los de nueva creación, como GKS. Grupos que sin cuestionar la hegemonía de EH Bildu sí se reconoce que hacen daño electoralmente. Hay quien admite, por ejemplo, que sin «ese ruido» y «ese mal ambiente» que se genera en algunos municipios se habría conseguido un escaño más en Gipuzkoa en los comicios autonómicos del año pasado. Y eso hubiera permitido lograr el 'sorpasso' al PNV.
La situación ha llegado a tal punto que históricos de la izquierda abertzale tratan de hacer valer su ascendiente sobre la militancia para convencer a los más ortodoxos de que abandonen las posturas maximalistas. «¿Tú quieres una Euskadi independiente? ¿Y qué vamos a hacer, depender de las nucleares de Francia? Eso si que es burguesito», apunta un exdirigente de EH Bildu, firme defensor de la línea estratégica defendida por la dirección y que ahora trata de convencer a los suyos de las bondades de flexibilizar la postura sobre la instalación de renovables. Esta misma semana, Arnaldo Otegi quiso poner el foco en el Gobierno vasco para quitar presión a los ayuntamientos y a los grupos municipales, pero se prevén tormentas internas en varios consistorios, sobre todo en la zona del Urola, donde están Azpeitia y Zestoa.
En todo caso, y en un balance de coste beneficio, en EH Bildu creen que con esa apuesta por alejarse de las vías más radicales tienen más que ganar que perder, aunque eso les suponga un desgaste por la izquierda. Una ganancia que aumentará, en su opinión, si la llegada de Aitor Esteban a la presidencia del EBB conlleva una 'derechización' del PNV.
Es lo que Otegi define como «gestionar las contradicciones». Y eso no solo sucede con el tema energético. La alianza soberanista quiere mantener varias de sus banderas -el euskera, la fiscalidad...- para marcar perfil, pero también está dispuesta a asumir otros riesgos. En el horizonte, el debate sobre el nuevo Estatuto y sus hasta ahora líneas rojas: reconocimiento nacional y derecho a decidir. El secretismo es máximo, pero se lanza una reflexión: «Si queremos lograr un acuerdo entre diferentes, tendremos que hacer algo diferente».
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