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A este paso, Euskadi será la última comunidad en superar la pandemia. Aún mantiene el dudoso honor de registrar la tasa de contagios más alta de España. Ello no es óbice para que el Gobierno vasco presuma de contar con una hoja de ruta que « ... se ha demostrado eficaz». ¿Cómo serán entonces las del resto?
El PNV acaba de ganarle otro pulso a Pedro Sánchez. En eso sí que es eficaz. Solo la obsesión del presidente por anotarse como un éxito personal el final de la crisis sanitaria, ahora que la vacunación avanza a buen ritmo, y por ajustar cuentas con las autonomías del PP -en especial, con Madrid e Isabel Díaz Ayuso-, explica su nuevo bandazo al aparcar la cogobernanza y recuperar el mando de la gestión del virus, lo que ayer le valió un sopapo de los tribunales. Así ha soliviantado a sus socios, aunque a última hora rectificara de tapadillo y dejara en manos del lehendakari las restricciones en la hostelería. Lo hizo después de que Iñigo Urkullu amagase con la desobediencia y de que Andoni Ortuzar amenazara sin sutilezas con «dejarle con las vergüenzas al aire en el Congreso». Una «fanfarronada», según el PSE, que surtió efecto inmediato, aunque a costa de dejarse jirones de credibilidad en Sabin Etxea y de alimentar uno de los factores que más le desgasta: las «cesiones» al nacionalismo y los 'indepes'.
Sánchez ha conocido tiempos mejores. Las encuestas le dan la espalda por primera vez desde su llegada a Moncloa. Con el precio de la luz por las nubes, la nueva tarifa tiene de uñas a millones de familias. El conflicto con Marruecos ha sacado los colores a la diplomacia española. Y el indulto a los presos del 'procés' no es fácil de digerir por su electorado y puede agudizar su desgaste. Salvo que, de pronto, ofrezca efectos milagrosos.
A tanto no llega, pero la carta en la que Oriol Junqueras cuestiona la vía unilateral a la independencia es un bálsamo para el presidente cuando más lo necesita. Por lo pronto, refuerza su argumento de que la medida de gracia rebajará la tensión en Cataluña. Probablemente reducirá el mayoritario rechazo social que la decisión suscita en España. Permite construir un relato sobre el «reencuentro» y ofrece una coartada a la mesa de diálogo con la Generalitat, en la que confía el Gobierno para retener el imprescindible apoyo de ERC.
Todo ello, la misma semana en la que el PP, Vox y Ciudadanos se movilizan en Colón para protestar contra los indultos. La foto de una concentración similar hace dos años se volvió contra el llamado 'trifachito'. Con el fantasma de la corrupción acechándole -lo de 'Kitchen', una vergüenza difícil de igualar, puede salpicar a Rajoy en cualquier momento-, Pablo Casado no tiene mucho margen para cometer errores.
Junqueras ha rectificado. Incluso ha tenido el detalle de aceptar el indulto que rechazaba hasta ahora. «Se lo pueden meter donde les quepa», llegó a espetar. Ya se lo ha pensado mejor. Pero que nadie se engañe: insiste en la independencia, solo que a través de un referéndum pactado. Una exigencia que Sánchez no está en disposición de concederle aunque quisiera, que no es el caso. ¿Qué pasará cuando el líder de ERC se percate de ello?
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