![Cuando el PNV y Aznar se dieron la mano](https://s1.ppllstatics.com/elcorreo/www/multimedia/202103/04/media/cortadas/aznar04-keYE-U130710780193XUG-1248x700@El%20Correo.jpg)
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david guadilla
Jueves, 4 de marzo 2021, 02:50
Fueron dos meses sorprendentes. De velocidad extrema en la política española. Con giros inesperados y un final que el 3 de marzo de 1996 -ayer hizo 25 años- pocos o nadie vislumbraban. Aquel día hubo una imagen icónica que gana en simbolismo tras lo sucedido ... las últimas semanas. José María Aznar se asomaba al balcón de la sede central del PP en la calle Génova flanqueado por Francisco Álvarez Cascos y Ana Botella para celebrar su primer triunfo electoral. Tras la euforia asomaba la calculadora. La mayoría absoluta estaba lejos y había que buscar apoyos. Y acabaron siendo los más insospechados: CiU y el PNV. Dos meses después se captó otra fotografía para la historia. También en Génova, también con Aznar, que estrechaba la mano a un sonriente Xabier Arzalluz. Los jeltzales sellaban su pacto con el PP.
Se trataba de un acuerdo inédito y que llegaba tras unos meses en los que los ataques mutuos habían sido de brocha gorda. A Aznar, buena parte de los simpatizantes peneuvistas le veían como un heredero directo de una derecha rancia con vínculos con el franquismo. Para las bases conservadoras, los nacionalistas eran el diablo. Aquella noche en la balconada de Génova fue la de 'Pujol enano, habla castellano'.
Solo una confluencia de intereses mutuos y pragmatismo, un contexto histórico adecuado y sintonías personales por encima de siglas hicieron posible que dos polos opuestos acabasen atrayéndose para cerrar un pacto que aritméticamente no era necesario, porque al PP le valía con el aval de CiU.
El primer elemento clave fue la debacle que vivía el PSOE. Al PNV se le hacía ya imposible sostener a Felipe González. Los escándalos se sucedían. Y no solo de corrupción económica. Estaban los GAL. Además, en Sabin Etxea eran conscientes de que convenía tener un PP centrado. A esto se sumaba una idea que ha terminado por convertirse en una de las tesis centrales del PNV, la de que es preferible estar a buenas con quien gobierna en Madrid porque es la mejor forma de lograr acuerdos ventajosos para Euskadi.
Más allá del ruido y de los gritos que lanzaban sus bases, Aznar y sus principales colaboradores también tenían las cosas claras. Como se encargó de recordar el pasado martes el expresidente del Gobierno, el primer paso había sido reunificar a todo el centroderecha bajo las siglas del PP. El segundo era «buscar aliados incluso donde nadie podía imaginar», según relata un buen conocedor de aquel momento. «Aznar fue muy inteligente». Los populares querían mejorar su imagen y despojarse de algunos lastres.
El interés de las dos partes fue creciendo gracias también a múltiples redes personales. Había papeles repartidos y relaciones insospechadas. Una de las más simbólicas fue la de Arzalluz y Francisco Álvarez Cascos. Comían juntos, el dirigente popular visitaba Sabin Etxea, se intercambiaban quesos, txakolis y vinos... Jaime Mayor Oreja, entonces presidente del PP vasco, no ocultaba su disposición a fortalecer la alianza y estableció un contacto fluido con Ajuria Enea. Mientras tanto, Juan José Ibarretxe se centraba en las cuestiones técnicas. «También estaba muy implicado. El único que no lo veía era Rodrigo Rato».
El 30 de abril, Arzalluz e Iñaki Anasagasti entraron en la sede de Génova. Según ha contado recientemente el que fuera portavoz del PNV en el Congreso en su blog, el presidente jeltzale le dijo a Aznar: «Cuando veas Sabin Etxea y degustes nuestras exquisiteces te gustará más el nuestro (el edificio) y comenzarás a entender mejor al PNV». Ese era el ambiente.
¿Qué réditos se obtuvieron de aquel pacto? Anasagasti titula su artículo de forma gráfica: 'Euskaltel nació en Génova 13 y en euskera'. Pero no solo la compañía telefónica. Hubo un acuerdo histórico sobre el Concierto, cesión de impuestos, puertos, formación continua... Arzalluz dijo lo de que le «he sacado a Aznar más en unos meses que a González en doce años». Una forma de legitimar el acuerdo entre sus bases. Parecía que se abría una nueva época. Pero fue breve. Apenas dos años. Luego llegaron las manifestaciones por el asesinato de Miguel Ángel Blanco, el pacto de Lizarra... Y todo se torció.
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