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El modelo de democracia liberal de Occidente, basado en la libertad e igualdad de los ciudadanos y en el reconocimiento del pluralismo como elemento constitutivo de esas sociedades, está viviendo momentos de crisis debido al auge y asedio del nuevo autoritarismo global. Es cierto que ... el autoritarismo se da tanto en la izquierda como en la derecha, pero el peligro real que viven las democracias de Occidente reside en el reforzamiento del autoritarismo de derechas. Fortalecimiento que se está dando no solo por el incremento de su representación institucional sino también por su capacidad de influir y condicionar las ideas y las propuestas de la derecha liberal moderada, haciendo que una parte de ésta interiorice postulados claramente antiliberales.
La expresión política organizada de esta corriente la constituyen los movimientos de extrema derecha o populismo autoritario, que tienen como líderes, entre otros, a Orbán, primer ministro de Hungría, Abascal, presidente de Vox, Salvini, líder de la Liga, Le Pen en Francia o a Bolsonaro, presidente de Brasil. Sin olvidarnos de la innegable deriva autoritaria que se vivió con Trump en EE UU y la que se está viviendo en Polonia y Turquía, por ejemplo. El riesgo para la democracia liberal en estos países se vuelve real y cierto cuando estas formaciones acceden al monopolio del poder como ha sucedido con el partido Ley y Justicia, en Polonia, con Fidesz en Hungría o el Partido de la Justicia y el Desarrollo de Erdogan en Turquía.
Pero los efectos del autoritarismo no se materializan solo por el acceso al poder, también se dan de manera inducida por su capacidad de influencia sobre la derecha liberal conservadora. El discurso ideológico del que se nutre este autoritarismo es el que está en la base de la involución democrática que se ha dado en el Partido Conservador británico y que se concretó en el argumentario utilizado para defender el Brexit. Esta deriva autoritaria se está dando igualmente en el PP de Casado y no solo como respuesta defensiva a la estrategia de 'palo y zanahoria' que practica Vox con los populares. La negativa de Casado a apoyar la moción de censura presentada por Vox, con un discurso netamente democrático, como el que cabía exigir a un dirigente demócrata, parecía el hito que marcaba el 'abismo democrático' que les separaba. Sin embargo, desde entonces la evolución del PP va en dirección contraria a la señalada. No es solo una cuestión de estrategia de defensa ante Vox. Hay algo más serio y profundo que lo estrictamente electoral. A mi juicio, en el laboratorio de ideas de los populares, donde se nota la influencia de Aznar, desde hace un tiempo ha calado el convencimiento de que la recomposición de la derecha, articulada en torno al PP como opción real de gobierno, como lo fue en su día, solo puede darse ahora asumiendo como propios parte de los postulados del nuevo autoritarismo global, donde lo relevante no es la democracia sino el control político del Estado para «hacer España grande otra vez». El modelo Ayuso expresa bastante bien en qué consiste.
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